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XIX

ZOE

Desde el día de nuestra borrachera Thomas y yo aclaramos muchas cosas entre nosotros. Nos confesamos lo que sentíamos el uno al otro y nos dimos una oportunidad. Era increíble saber que se podía ser feliz de esta manera. Él era la felicidad que tanto me decía Niall que buscara. Me había enamorado de Thomas, más de lo que había estado de Harry.

    Todos mis pensamientos y todo lo que pensé que sería para Harry algún día, ahora eran para él. Para Tommy. Porque siempre fue él. No Harry. Harry dejó el lugar de ser todo para mí y fue reemplazado por Thomas. Thomas era mi vida ahora y lo que quería para siempre.

    Al principio me dio miedo, porque no quería que me rompieran el corazón de nuevo, era una muy mala experiencia que no quería volver a vivir en mi vida. Cuando empecé a sentir cosas por Thomas, todo sucedió muy rápido y sin que me diera cuenta Thomas empezó a desplazar a Harry de mi mente. No mentiré, lo extraño mucho, pero fue él quien decidió hacer su vida, estando con otra y no iba yo a obligarlo que me amara como lo hacía. Sí, dije bien, lo hacía, porque ya no. Con la llegada de Thomas, mi mundo volvió a ser feliz y por un momento olvidé que Harry había sido parte de mi vida.

    Llevábamos ya aproximadamente un mes y para celebrar el suceso, Thomas me llevó de nuevo con Dylan por nuestro segundo gato. Al que le pusimos Edward. Thomas dijo que era por venganza de que le puse Sampter a la gata, pero sabía que no era cierto. Además de que era el segundo nombre de Harry.

    En una de tantas visitas de Dylan a nuestro departamento, lo mantuvimos al corriente de todo y se convirtió en mi nuevo mejor amigo número seis. Le conté todo; desde como conocí a Harry, hasta el día de nuestra penosa, pero inolvidable borrachera. ¿Quién iba a pensar que ese día todo el sentido de mi vida cambiaría? Porque sí lo hizo. También le conté lo de Harry, y me regañó diciendo que se lo tenía que decir a Thomas; le dije que iba a esperar un poco de tiempo, y que si seguía le diría.

    Seguía llamando, aunque una y mil veces le dije que me dejara en paz. Que tenía su vida hecha. Desesperada llamé a Louis y también le conté; me regañó como siempre, cada vez que ocultaba cosas. Nos seguíamos hablando por teléfono y de la nada dejó de llamar, la última vez que hablé con él fue hace una semana diciendo que teníamos que tomar precauciones porque Harry estaba sospechando algo. Le dije que lo entendía y hasta ahorita no volví a hablar con él. Pero el tema de Harry me quitaba demasiado el sueño, tanto que pasaba días pensando en cómo reaccionaría si me encontraba y cosas así.

    Era uno de esos días en los que no podía dormir, y para matar el tiempo me levanté para darle de comer a los gatos, pero el brazo de Thomas alrededor de mí no me dejaba salir. Con el mínimo silencio lo quité y salí de la cama. Me dirigí a la cocina y oh sorpresa los gatos estaba adentro. ¿Quién los dejó entrar? Negué con la cabeza y saqué de la alacena la comida para gato. Oí el sonido de la puerta de entrada abrirse y el pánico se apoderó de mí.

¡¿Qué carajos?!

    –¿Dylan? –pregunté.

    –Hola –saludó y todo mi cuerpo empezó a relajarse.

    –¡Me asustaste! –grité en un susurro.

    –Lo siento –sonrió–. Tommy me dio una copia de las llaves –pude oír en su voz un poco de miedo.

    –¿Estás bien? –pregunté.

    –No –cortó–. Tengo que… –se calló. Thomas llegó hasta nosotros.

    –Hola Dyl –dijo un Thomas somnoliento–. ¿Por qué no estás en la cama? –me regañó.

    –No me regañes –repliqué–. Iba a darle de comer a los gatos, pero Dylan me asustó.

    –¿Soy muy feo? –preguntó Dylan. Thomas empezó a reír y negó con la cabeza. Me recordó mucho a Louis y Niall.

    –Sí –repliqué con sarcasmo–. Pobre Britt ¿me pregunto qué te vio para fijarse en ti? –Dylan dejó de reír.

    –Eso lo sabrás cuando te metas a la cama con Tommy –replicó.




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