Una Extraña en mi vida [saga Italianos #3]

Capítulo 8

Cinco horas! Literal sentía que estaba lista para el manicomio, el padre de Renzo me traía fastidiada. Todo el trayecto se dedicó a criticar como conducía "que muy lento", "que muy rápido" " que los iba a matar"

Cuándo al fin veo el letrero del pueblito solté el aire y empecé a soltar los puños de mis manos, de reojo miré a Renzo que iba distraído viendo por la ventana,  por el retrovisor observé al viejo. Este miraba por la ventana, hacia gestos al no ver nada aún de casas. Quería tener la dicha que tenían los dibujos animados, apretaban un botón y el pasajero indeseado era expulsado con todo y asiento. Sin desearlo solté una carcajada por que lo imaginé, no podía callar, mi estruendosa risa se escuchó en el auto.

—Comparte el chiste —dice el padre de Renzo.

—Sólo recordé cosas de la niñez nada mas —me encojo de hombros y esta vez escondí la risa, Renzo no dijo nada. Él iba en otro mundo, analizando bien la situación, él no había hablado mucho en todo el viaje. Su padre se había dedicado a criticar y Renzo callado.

Por un momento temí que hubiera recobrado la memoria pero pensandolo bien, si ese fuera el caso, no iría junto a mi.

Respiro profundo y bajó la velocidad cuando entramos al pueblo, sonreí al ver la panadería, mi abuela me contó historias de sus días ayudando ahí por unas cuantas monedas que en su tiempo era mucho dinero para ella.

La gente charlaba en las aceras de sus casas las cuales eran pintorescas, las flores adornaban las entradas de las casas.

—Es hermoso —declaró Renzo, asentí mientras nos internabamos por las estrechas callejuelas, un lugar que visite de niña pero que había quedado en mi mente tatuado. Fui cuando el abuelo enfermo, recordaba las tardes donde nos sentábamos en el porche, escuchaba anécdotas de la juventud de mis abuelos, recuerdo que él sujetaba la mano de mi abuela, ambos con sus manos ajadas por el tiempo pero para mi era algo precioso. Me quedé ahí sentada en el suelo, observandolos en silencio. Maravillada que el tiempo no había acabado con su amor.

Parpadeo y me centro en conducir, la posada estaba al final de la calle, su vista era digna de una pintura, rodeada de árboles frondosos, flores de todos los colores, un hermoso porche con sillas mecedoras. Al estacionarme me sentí feliz, bajé estirando mi cuerpo, lo que más feliz me hacía era saber que no escucharía más al padre de Renzo.

Mi novio bajó y lo veo mirar a todos lados, se dibujo una sonrisa en sus labios, su mirada se posó en mi y estiró su brazo hacia mi. Corrí y lo abracé,  sabía que cuando él recordará no iba a volver a abrazarlo así que iba a aprovechar.

Aspire su colonia, sentí el calor de su cuerpo, cerré los ojos y por un momento fui egoísta, deseaba que no recuperará la memoria nunca más pero no sería justo.

Me separé y lo miré a los ojos, esos que me encantaban, el tocó mi barbilla y se inclinó para rozar mis labios, mu corazón tembló una vez más al sentir su beso.

—Vamos, hace mucho calor aquí —ruedo los ojos ante las palabras del padre de Renzo.

Él debió notarlo por que se acercó a mi oído y me susurró.

—Déjalo cielo, sólo lo hace para molestarte, creo se ha vuelto en su pasatiempo favorito.

Entrecierro los ojos al saber que había dejado que el viejo me amargara la existencia.

Con demasiada lentitud me acerqué a sacar las maletas, Renzo me estaba ayudando y no dejaba de observar a su padre que estaba impaciente junto al auto. Me guiñaba un ojo y sonreí al ver mi calma.

Una vez sacamos las maletas, nos dirijimos a la posada.

Subimos los escalones y nos envolvió el delicioso olor de las flores que estaban distribuidas en todo el pasillo. El chirriar de una silla mecedora me hizo desvíar la cabeza hacia un rincón, ahí estaba un espécimen perfecto, el hombre se mecía con toda la tranquilidad del mundo, tenía estiradas sus largas piernas que estaban enfundadas en un desgastado jeans. Él me miró de pies a cabeza, sus ojos negros como el carbón se deslizaban lentamente en mi, sentía mis mejillas arder, nadie me había visto como él.

—La pequeña Salomé regreso —parpadeó, ya que ese adonis me conocía,  miré su piel morena, su cabello bien cortado, su mandíbula cuadrada, su nariz un poco desviada pero que lo hacía verse guapo —al parecer no me recuerdas.

Frunzo el ceño y en mi mente se vienen las caras de los renacuajos de mis primos y ninguno tenía la pinta de que iba a ser así de guapo, sólo que se hayan hecho una cirugía plástica... cuando iba a decir no, él recuerdo del chico que mi tía había adoptado se vino a mi mente, era un niño solitario, dolido por el abandono de su madre, quién no le importó dejarlo en cualquier lugar con tal de seguir al hombre del que se había enamorado.

—¿Luka? —él asiente y se pone de pie, su cuerpo estaba bien trabajado.

—El mismo Luka Marini —se acercó y ...

—Estás aquí —Renzo estaba con el ceño fruncido, su mirada se desvió hacia Luka y luego a mi — pensé venias con nosotros pero te quedaste afuera.

—Yo... —aclaró mi garganta — iré a hacer las reservaciones, estaba saludando al hijo de mi tía.

—Renzo D'Luca —extiende su mano.

—Luka Marini —estrechan su mano —¿qué eres de Salomé?

—Él es... —me quede en silencio y me dije que hasta mi familia se vería envuelta en mi mentira.

—Su prometido —término Renzo y su mirada era de molestia.

—Felicidades —respondió Luka y me pregunté si fue idea mía el tono de burla que escuché en su voz —mamá estará feliz de saber que su sobrina pródiga volvió a casa.

—No soy pródiga —respondó pero Luka sólo se encogió de hombros.

—Me marchó, en un rato llamaré a la posada para que les proporcionen la dirección de la casa de mamá, estará contenta en tenerlos como invitados para cenar.

Y así sin más Luka se marchó, el silencio que se instaló entre Renzo y yo fue incómodo

—Un poco mandón tu primo — me tomó de la mano y me condujo hacia adentro de la posada para registrarnos. Fue más que claro que ellos no se cayeron nada bien, recordaba que Luka no aceptaba ningún lazo familiar con mi tía y con todos nosotros, para él su única familia era su madre. Las veces que visite el pueblo él nunca estaba, siempre escapaba a la montaña para estar sólo y pasaba días fuera, mi tía hizo lo posible para que él se sintiera parte de la familia pero nada daba resultado pero al parecer los años habían sido el mejor consejero de Luka y ya se llevaba bien con mi tía, eso me alegraba mucho por ella.




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