Un Perfecto Desconocido

Capítulo 22: MEMORIAS

Capítulo 22   

MEMORIAS

 

“No  puedes regresar y cambiar el principio pero puedes empezar desde donde estás y cambiar el final.”

-Sleeping with the Enemy-

 

Llegamos hasta el frente de mi departamento. Pensaba darle las gracias a Edward y despedirme allí mismo. No iba, no quería y no podía invitarlo a pasar a mi casa. De ningún modo. Eso sería como tentar al diablo. Entonces me vi forzada a inventar algo para que dijera lo que fuera vino a decirme. Me quedé en blanco. No se me ocurrió nada ingenioso y me vi obligada a preguntárselo directamente.

Edward arrimó el auto a  la acera frente a mi edificio pero sin apagar el motor. El frente de mi edificio de vivienda es área que prohíbe estacionar por lo que hay que avanzar a marcharse antes de que aparezca algún oficial de seguridad a sacarte de allí. Ese me creaba un sentido de urgencia horrible.

—Muchas gracias por traerme…—le agradecí y me quedé con la esperanza de que supiera que era el momento de hablar.

—Ha sido un placer —respondió.

Un incómodo silencio surgió al tiempo que permanecimos callados sin decir nada. Creo que él esperaba que le preguntara mientras que yo esperaba que hablara sin tener que preguntarle. De pronto, me di cuenta que aquello no iba a funcionar. No tuve otra alternativa que ser directa. El tiempo estaba en mi contra y debía apresurarme.

— ¿Me vas a decir ahora lo que fuera que ibas a decirme? —inquirí de la mejor forma que pude.

—Veo que tienes prisa por saber…—respondió.

—No voy a negarlo, así es.

Edward tragó hondo. Lo vi nervioso y vacilante. Esperé unos segundos que me parecieron siglos.

—Sé que Aitor se ha mostrado distante contigo en los últimos días —finalmente soltó.

No respondí nada porque lo que dijo no fue una pregunta sino una aseveración. Edward conocía  lo que estaba pasando, no valdría la pena negarle la verdad que ya conoce.

Asentí levemente con la cabeza.

—Nazireh, creo que es hora que sepas lo que está pasando…

Se me formó un nudo en el estómago. Adivinaba por su tono de voz que no me iba a gustar lo próximo que dijera. En el radio de su auto se escuchaba la canción Forever Goodbye de AJ Carter y me parecía que era el preámbulo de lo que iba a escuchar. Quedé expectante con todos los sentidos en alerta.

De repente sentimos unos golpes fuertes en la ventanilla del conductor. Me estremecí del susto.

El oficial de seguridad nos alertaba de que no podíamos quedarnos allí y debíamos mover el auto.

“Tienen que moverse de aquí. Están obstruyendo la entrada.”  Informó con el ceño fruncido y actitud que no admite réplica.  

—Vaya, aquí el caballero no está nada amigable —dijo Edward acomodándose en el asiento para continuar la marcha.

Pero yo no pensaba dejarlo ir sin que antes hablara. Le sugerí ir a un parque aledaño para continuar con la charla. Era un lugar tranquilo, con bancas para sentarse y grandes árboles que proporcionaban buena sombra y brisa agradable.

Él sonrió con ese tipo de sonrisa que delata que tenía otra cosa en mente. Al menos, eso fue lo que me pareció.

— ¿No podrás invitarme a pasar? No te tomaré mucho tiempo —sugirió.

Todas las banderas rojas se izaron en ese momento. ¿Y si es una trampa? ¿Y si Margaret anda en cualquier esquina tomando fotos? ¿Si es el propio Aitor poniéndome a prueba?

No, no, y no.

—Eso no va a poder ser, lo siento —asesté sin pensarlo dos veces.

Por la expresión que percibí en su rostro supe que no le gusto mi respuesta. Lamento que así haya sido pero igual no iba a transar. No sé si ya estaba paranoica pero ya veía trampas por todos lados.

—Pues bien, no insistiré. ¿Dónde queda ese parque?

Lo dirigí al lugar y llegamos en pocos minutos. Nos bajamos del auto y caminamos por la vereda. El lugar era tranquilo y con muy poca gente.

Nos sentamos en una banqueta frente a un pequeño lago verdoso y con hojas flotantes. La brisa hacia que el calor de aquel verano no fuera sofocante. El silencio del lugar apenas era interrumpido por unos niños que jugaban al otro lado del lago y por el canto de pájaros que se escuchaban pero apenas se lograban ver.

—Dime lo que tengas que decirme…—pedí sin rodeos.

Edward quedó mirando de frente al lago, concentrado en lo que diría.

—Aitor ha recordado todo…—soltó.

Mi corazón esquivó un latido.

— ¿Qué significa eso? ¿Qué es todo?

—Recuerda a Margaret, recuerda que estuvo enamorado de ella antes del accidente. Que más que enamorado de ella, la idolatraba —contó como un desahogo, como si se liberaba de una carga al decírmelo.

—Sabíamos que iba a pasar. Su propio médico le dijo que los recuerdos le llegarían poco a poco. Pero eso…eso no es… no es razón para dejar de hablarme —esto último lo dije con un hilo de voz, me entristecía que el regreso de sus memorias lo hubiera hecho cambiar conmigo.

Edward quitó entonces la mirada del lago para dirigirla a mi rostro, a mis ojos en concreto.

—Hay algo más…no es que solamente recuerde que la amaba es que…también parece que la ama todavía.

Aquellas palabras las sentí como un golpe en el estómago. ¿Es que no solo regresa la memoria sino que además se le devuelven los sentimientos? ¿Igual como cuando te devuelven el abrigo cuando sales del coctel? ¿Cómo funciona eso?

—Supongo que estás hablando en serio, que no inventas nada, que esto lo sabes porque el mismo Aitor te lo ha contado…

Movió la cabeza en afirmativo. Otro golpe, esta vez al corazón.

Tenía miedo de preguntar nada más. Aquello dolía más de lo que creía capaz de soportar. Pero al mismo tiempo quería saberlo todo.




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