Un Perfecto Desconocido

Capítulo 16:  CONQUISTARTE

Capítulo 16   

 

CONQUISTARTE

“Desearía saber cómo puedo dejarte ir.”

-Brokeback Mountain-

 

— ¡Por lo que más quieras, dime que está pasando! ¿Quién está ahí? —pregunté muerta de la angustia.

Lucy me miró mortificada.

—Digamos que de los dos bombones que ahora tienes en tu vida, ha llegado el que no quieres ver…—respondió.

— ¿Edward? Por favor, dime que no es cierto…—le rogué.

—Y viene caminando hacia acá…

Me puse tan nerviosa que no supe que hacer. Las piernas comenzaron a temblarme sin control. Le arrebaté el trago que Lucy tenía en su mano y me lo tomé de un solo golpe. Lo necesitaba.

—Será mejor que no bebas, amiga. Vas a necesitar estar en tus cabales para negarle algo a ese bombón…

Edward se fue acercando y Lucy se despidió.

—Te dejo sola con él pero estaré aquí cerca. Si necesitas que lo saquemos a patadas, nada más avisas —me dijo y se apartó de mi lado para reunirse con el resto del grupo.

Entonces sentí la mano de Edward posarse sobre mi hombro. Me volteé a mirarlo con la expresión en blanco, intenté no mostrar ni alegría ni fastidio por verlo. La realidad era que estaba demasiado tensa para pensar en nada sino en cómo deshacerme de él.

—Hola otra vez, Nazi…—saludó con voz grave.

Me moví de manera que se viera obligado a retirar su mano de mi hombro. Él se dio cuenta de que me incomodaba, sacó su mano pero no hizo comentario alguno.

— ¿Qué haces aquí, Edward? ¿Me estas persiguiendo? —pregunté.

Negó con la cabeza. No me gustó la sonrisa insolente que vi formarse en sus labios. De hecho, estaba molesta con su sola presencia, no me parecía apropiado.

—Caramba, por el tono en que me hablas pareces molesta —comentó.

—Lo estoy. No me parece bien que te presentes aquí. Es una fiesta privada de amigos —riposté con sequedad.

—Yo creía que también era tu amigo.

—Eres el amigo de Aitor, yo apenas te conozco.

—No me conoces pero nos besamos…

Su comentario me tomó desprevenida. Aquello sí que no me lo esperaba. No puedo siquiera describir lo que sentí al escucharlo.

—Quedamos en que lo olvidaríamos. En verdad, Edward, no deseo ser ruda pero quiero pedirte que te vayas —esta vez utilicé un tono suave, no deseaba crear hostilidad.

De todas formas, él ignoró mi pedido y se desvió a otros temas.

— ¿De qué se trata esta fiesta? ¿Qué tan importante puede ser que abandonaste la cena con Aitor por venir aquí? —preguntó mientras echaba un vistazo por el lugar.

Pensé en no decir la verdad e inventarme cualquier motivo pero luego me fijé donde había puesto su mirada. Supe que obtuvo su respuesta cuando vio mi nombre escrito en el pastel.

Mantuve silencio esperando que él mismo se respondiera. No tardó en hacerlo.

—Oh… ¿Pero qué es esto? ¿Estás de cumpleaños? —preguntó sorprendido, casi alarmado.

Asentí con la cabeza. No tenía caso negarlo.

— ¿Por qué no me lo dijiste? Te hubiera traído un regalo…

—Te lo agradezco pero no quiero regalos. La última vez que pedí un regalo se formó un enredo del que todavía no salgo. Gracias, pero no gracias.

—No sé de qué estés hablando pero a mi puedes pedirme lo que quieras…—insistió.

—A ti solo puedo pedirte que te vayas. No quiero sonar maleducada pero compréndeme, por favor. …—volví a insistir.

—Irme es lo único en lo que no voy a complacerte. Escúchame…me gusta estar a tu lado y no te pido nada más. Solo déjame estar aquí…—esta vez habló sin arrogancia, fue un pedido humilde al que se me hizo difícil negarme. Sin embargo, tampoco quería darle le impresión que estaba de acuerdo en que me acompañara.

Eché un vistazo a mí alrededor. Mi grupo de amigos se divertían charlando y bailando completamente ajenos a lo que me estaba pasando. Solo Lucy, quien no dejó de vigilarme a la distancia, me hizo un gesto para que cortara la conversación.

— ¿Te das cuenta de lo inapropiado de que busques mi compañía cuando soy la novia de tu mejor amigo? —le pregunté con la intención de que se irritara y se fuera de una vez.

Edward lanzó un bufido desesperado.

—Vamos, Nazi… ¿Vas a seguir con eso? ¡Tú y yo sabemos que no eres novia de Aitor! Yo conozco bien esta historia. ¡Antes del accidente tú no existías en su vida y él estaba enamorado de la loca de Margaret!

— ¡Tú no sabes nada! —le grité fastidiada—Aitor no me recuerda pero aun así quiere intentar conocerme. Me lo ha dicho hoy en la cena.

Noté como el rostro de Edward se desencajaba al escucharme. Entonces me lanzó unas palabras fuertes como quien azota con un látigo.

— ¡No te recuerda porque no hay nada que recordar! Yo lo sé…lo supe siempre. Por eso es que aunque al principio tuve remordimientos, ahora sé que no debo tenerlos. Me di cuenta que no estoy rompiendo nada porque no hay nada que romper. ¡NADA! Y siento celos, Nazireh…siento celos de verte con él y de ver como tratas de inventar una relación que no existe. ¿Estas entendiendo? Ustedes no fueron nada ni lo van a ser. Dame una oportunidad…déjame conquistarte…

Sus palabras me estremecieron de los pies a la cabeza. Mi seguridad se deshace en un instante. Quedé aturdida, muda, y un poco espantada.

—Edward…¿De verdad piensas todas esas cosas? Es que no lo puedo creer…—respondo.

— ¿Qué es lo que no puedes creer? —pregunta y se acerca tanto a mí que debo dar un paso atrás para que su cercanía no nos provoque cometer otra vez la misma locura de besarnos. Esta vez soy más precavida

Él continúa acechándome con sus preguntas.

—Dime…¿Qué parte es la difícil de creer? ¿La de que yo sé que entre ustedes nunca hubo nada, o de que siento celos o de que te pida una oportunidad para conquistarte?




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