Touchdown

CAPITULO 31

Verónica.

—¡Mami! 

Los pequeños brazos de Jake me rodearon una vez entré a casa. Dios, como había extrañado a mi niño. 

—¿Cómo está el abuelo? 

Sonreí, plantando un beso en su mejilla.

—Tuve que quedarme con tu tía Sam un par de días, pero antes fui a ver al abuelo Henry y está de maravilla, muere por verte de nuevo, ¿quieres ir el próximo fin de semana? 

Su sonrisa se iluminó y asintió mientras tiraba de mi hacia el sofá.

—¿Dónde está papá? —cuestionó, curioso. 

Erick y yo nos habíamos separado en la esquina mientras él iba por sus padres esperando en la cafetería de abajo. Ciertamente los pasos hasta la casa habían sido una tortura para mí porque estaba lo que seguía a nerviosa.

—Vendrá pronto junto a tus abuelos. —La sonrisa de Jake desapareció de su cara, alarmándome—. ¿Estás bien?

— Tengo miedo, mamá. ¿Qué si no me quieren? —sonreí, atrayéndolo a mí pecho.

—Ellos te van a amar, casi tanto como yo.

—¿Casi? ¿Por qué casi?

— Porque nadie en este mundo te ama tanto como yo. —dije besando la coronilla de su cabeza.

—¿Ni siquiera papá? —su voz sonó triste.

—Solo tú papá, ambos te amamos demasiado como para poder explicar cuánto —me apresuré a decir.

—Mami...—por el rabillo del ojo pude notar la sonrisa nerviosa en su rostro. —Quiero un hermanito. —me tensé de pies a cabeza buscando vagamente una posible respuesta en mi mente.

—¿No querías un perro hace unos días, cariño? 

—Sí, pero...

El timbre de la entrada sonó, haciéndome soltar un suspiro de alivio mientras me colocaba de pie, no estaba lista para esa conversación. Casi podía escuchar los latidos de mi corazón martilleando dentro de mi pecho.

La mirada ansiosa de Carla y Peter Hamilton me recibió una vez abrí. Los recordaba tanto que pude decir con certeza que los ojos de Carla no tenían ese brillo que hace unos años los caracterizaba, que algo había cambiado en la sonrisa de Peter, aunque a los ojos de otros podría seguir siendo la misma. Y que al igual que yo, estaban al borde de un colapso nervioso. Era como conocer a tus suegros por primera vez, pero está vez era la segunda y se sentía mucho peor que la primera.

—¡Papá! —Jake salió del fondo y omitiendo a los adultos al lado de Erick se lanzó directo a su padre. Era una imagen demasiado hermosa para la vista, sobre todo para mí que no me cansaba de admirarla.

—Hey, campeón. ¿Qué tal el fútbol? —mi madre me dijo hace un par de días que Erick convenció a Jake de que además de practicar lacrosse le diera la oportunidad al fútbol y algo me decía que estaba mucho más emocionado él que el mismo Jake, aunque por la sonrisa en el rostro de mi hijo también podía decir que él también lo estaba.

Sabía que más que el deporte en sí, estaba emocionado por compartir esto con Erick. A pesar de ser un niño, admiraba la forma como comprendía la importancia de los detalles más pequeños.

—Genial. —chilló. —El entrenador dijo que si seguía así podría jugar en el partido de la próxima semana. —sonreí viendo los ojos de Erick iluminarse, y era como si solo existieran ellos dos. Erick se había olvidado de sus padres, quienes solo lo miraban con ojos de sorpresa y admiración.

Mi mirada se encontró con la de Carla mientras la observaba nerviosa y confusa. Un par de lágrimas se acumularon en mis ojos al igual que en los suyos en segundos y antes de que pudiera reaccionar la mujer caminó en mi dirección y se abalanzó sobre mi, llorando sobre mi hombro. Luché demasiado por contener las lágrimas ante los tres hombres mirándonos en nuestro estado. Sobre todo, por Jake, se haría ideas equivocadas si comenzaba a llorar.

— Dios, cariño. Lo siento tanto. Debí estar allí para ti, te dejamos sola luego de tanto y cuando Erick nos dijo lo que había pasado en verdad... Verónica, no debiste pasar por eso, no es justo. — apenas y entendía las palabras en medio de susurros y lágrimas.

—Carla, no hagas esto, por favor. 

La aparté de mí y le di una breve sonrisa para calmarla. 

—Estoy bien. Tomó tiempo no lo voy a negar, pero luego de seis años finalmente encontré mi lugar. Ahora, seca esas lágrimas y da media vuelta para que conozcas a tu nieto. 

Abrió los ojos asustada y esperanzada al mismo tiempo. Tomé sus hombros en mis manos ante su estado de aturdimiento y lentamente la puse frente a Jake, quién ahora se aferraba a los brazos de su padre viendo a sus dos abuelos con recelo.

— Mira campeón, ella es Carla, tú abuela. —Erick señaló a la mujer a mí lado sin dejar de sostener a Jake. Carla llevó sus manos a su boca ahogando un jadeo de sorpresa. —Y él, es tu abuelo. Es mi papá y se llama Peter. —el hombre tenía una sonrisa en su rostro al ver sus ojos reflejados en los de su nieto. —Vinieron a verte.

—¿Por qué estás llorando? —Jake luchó contra el agarre de Erick para que lo pusiera en el suelo y caminó hasta Carla. Ella se arrodilló para estar a su altura y temerosamente puso sus manos en el rostro de mi hijo. Jake nervioso miró en mi dirección esperando que le dijera que era seguro, mientras que yo con lágrimas acumuladas en mis ojos solo pude asentir.

— A veces, las personas lloramos de felicidad, mi niño. —Jake asintió y puso sus manitos sobre las de Carla. Peter indeciso mirando a su esposa dobló sus rodillas y los abrazó a ambos. Sabía lo que era eso, mis padres habían hecho lo mismo en numerosas ocasiones.

— Lo hicimos bien. —Erick caminó y habló cuando estuvo a mí lado, su mano en mi cintura atrayéndome directo a él. — Imaginé esto muchas veces. Tantas que perdí la cuenta y de paso la esperanza. —se giró hacia mí dejando de lado la escena frente a nosotros. —Me devolviste las ganas de vivir, Verónica Cross. Hiciste un buen trabajo con ese pequeño y...

— Oye. Todo está bien. Nosotros estamos bien. — la pregunta en sus ojos brillaba con determinación. ¿En qué punto estamos a partir de aquí? — Juntos, si me quieres de vuelta. —sonrió dejando ver sus dientes y tomando mi rostro entre sus manos dejó un casto beso en mis labios lo suficientemente rápido como para que sus padres y Jake no se dieran cuenta, pero lo suficientemente fuerte como para que mis piernas se debilitaran en el proceso y tuviera que sostenerme de su camisa negra.




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