Papá Inmigrante

9.

SASHA

Dominic no ha dicho una sola palabra desde que llegamos a mi casa.

Estoy preocupada, no solo por lo que pasó en su apartamento, si no también por lo que sentí cuando me dijo que se iría.

Creí que podría sobrellevar esta situación cuando Tony se fuera de mi vida, pero hoy me di cuenta de que no será nada fácil.

Me aterré al pensar que no lo volvería a ver nunca mas.

¿Será que Oliver tiene razón y estar cerca de Tony en lugar de ayudarme a superar la muerte de mi hijo solo me hundirá más en el hoyo?

A pesar de los pro y los contra, a pesar de que podría significar mi ruina, no puedo ignorar los gritos desesperados de mi corazón que me animan a seguir.

Quiero ayudarlos.

—¿Quieres más café? —Dominic niega soltando la taza sobre la encimera.

Le limpio la boca a Tony con el babero y le doy otra cucharada de papilla de manzana.

—¿Me dirás lo que sucede?

Se lleva las manos a la cara y mantiene el silencio un largo rato.

Termino de darle la papilla a Tony y pongo el bol en el lavabo.

Se siente tanta tensión.

—El abuelo de Tony —murmura y lo miro con absoluta atención—. Él envío a esos tipos a llevarse a mi hijo.

—¿Por qué?

—Porque me odia. Él quiere quedarse con mi hijo y hacer que me deporten.

—Eso es muy cruel.

—Él nunca me perdonó haberme enamorado de su hija, Elizabeth —se acerca a la ventana y se queda mirando a través de ella—. Hace dos años decidí venirme a los Estados Unidos, la situación en mi país no era la mejor en aquel momento, mucha pobreza, alta taza de desempleos, sicariato. Eran demasiadas cosas. Tenía conocidos que me contaban sobre las experiencias de sus familiares al haber venido aquí, decían que habían encontrado trabajo muy rápido, que ganaban bien y que eso les permitía ayudar a sus familias. Yo quería lo mismo, así que hablé con mis padres para contarles de mis planes, estaban aterrados con la idea porque veíamos en las noticias las grandes cantidades de personas que perdían la vida en el camino o que eran atrapadas por la migra mucho antes de llegar a su destino, solo por buscar el sueño americano.

Cargo a Tony al ver que se pone inquieto y él se pone a jugar con mi cabello.

—Sabía de todos los riesgos a los que me enfrentaba por venir aquí, podía acabar muerto, perdido o encerrado por la migra, pero aun así quise hacerlo y lo hice. Al principio nada fue lo que creí, este no era el paraíso en la Tierra. Pasé noches durmiendo en la calle, sin comer y expuesto a miles de peligros. Me costó mucho encontrar un trabajo decente y cuando lo logré...

—La conociste a ella... —termino por él.

Se gira para mirarme.

—Sí —esboza una sonrisa como cuando recuerdas algo hermoso y te causa mucha alegría—. Yo entré a trabajar a su casa como ayudante de jardinería, antes de venir aquí yo solía trabajar de eso y de lo que pudiera en mi país así que resultó muy fácil. Con el tiempo esperaba poder sacar visa y trabajar en otra cosa.

—¿Cómo conociste a la madre de Tony?

—Fue una tarde de verano, así tan cliché como en las telenovelas. Eli estudiaba en el extranjero y venía a pasar sus vacaciones con sus padres. Yo me encontraba en el jardín, estaba tumbando un cerezo por orden de su padre. No tenía idea de que ese cerezo significaba mucho para Eli, en cuanto me vio lo que hacía me mandó al diablo. Aquel cerezo era especial para ella porque lo había plantado con su abuelo, pero había dejado de florecer y su padre quería aprovechar el  espacio para construir una cancha de tenis.

Me conmueve la forma en que se expresa de ella, habla con mucho amor y respeto.

—El tiempo nos llevó a amarnos con una pasión desenfrenada, pero cuando su padre se enteró me despidió y amenazó con deportarme. Para él era imperdonable ver a su única hija enrollada en un romance con su jardinero y que además era un inmigrante. Él juraba que yo solo era un aprovechado que buscaba residir en su país seduciendo a su hija. Creía que yo solo buscaba conseguir una visa. 

—Fue entonces que decidimos escaparnos, nos amábamos tanto que no estábamos dispuestos a permitir que nada nos separara, íbamos a huir juntos a mi país. Pero Eli quedó embarazada y nuestros planes de ir a Panamá tuvieron que esperar y por un tiempo nos refugiamos en los Ángeles, ahí pasamos una buena temporada hasta que Tony nació, Eli creía que su padre dejaría sus prejuicios de lado al conocer a su nieto, pero no fue así. Eli falleció a los minutos de haber dado a luz a nuestro hijo. Su padre nos encontró unos días después, al enterarse de la muerte de su hija, él juró que me quitaría al niño y que haría que a mi me deportaran para que nunca más pudiera volver a verlo. Pude escapar con mi hijo, y desde entonces he estado escondiéndome de los padres de Eli.

—Esto es terrible, ese hombre es un rufian.

—Lo único que puedo hacer ahora es regresar a mi país en la misma forma en que llegué aquí. Yo no puedo ser deportado bajo ninguna circunstancia, si lo fuera, serían las mismas autoridades quienes me quitarían a mi hijo. Él nació aquí, es americano legalmente, a mi me deportarían y lo perdería para siempre. 




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