Noche de Navidad

Noche De Navidad

- Ma, en serio debemos hacer esto? – pregunte como por décima vez, casi a punto de rendirme – sabes tanto como yo que a él estas fechas le molestan.

No me gustaba hablarle así, pero en serio necesitaba desesperadamente que desistiera de hacerlo: celebrar la noche de navidad. De solo pensarlo, la piel se me erizaba del pánico, pero trate de ocultarlo de mama, aunque ya sabía que ella sospechaba, así como lo hacía cuando lo Vivian los gemelos.

- por más que me ruegues no cambiare de opinión a menos que – me contesto suspendiendo momentáneamente su labor en la cocina para mirarme fijamente a los ojos – a menos que me digas de una buena vez la razón, por qué ya no quieres celebrar esta festividad, por qué dices que tu papa detesta la navidad y por qué parece que tuvieses miedo? – con las manos en su cintura en forma de jarra, me lanzo la más seria de sus miradas, porque sabía que jamás podría mentirle, no a ella y no de esa manera.

No supe que más hacer, simplemente salí de la cocina dejando atrás a una mama medio furiosa por dejarla hablando sola y no contestar su pregunta, por milésima vez. Si tan solo pudiera contarle.

Trate de idear un plan para alejarme lo más que pueda de papa, aunque sea por esta noche, porque a menos que haga lo mismo que mis hermanos, jamás me sacaría de encima a ese señor, y eso le rompería el corazón a mama, otra vez.

Lo más discreto que se me ocurrió, fue simplemente encerrarme en mi habitación excusándome con un dolor de cabeza insoportable, salir solo a la cena y volver a encerrarme con seguro en mi habitación, suplicando que no existan más copias de la llave. Además, rezar todas las oraciones a todos los dioses y santos que existan, a ver si alguno se apiada de mí.

En realidad, en mi desespero por salir de esta situación fue lo único que se me vino a la mente que pueda ser factible. Salir de la casa estaba totalmente prohibido. Invitar a alguien estaba absolutamente fuera de los planes. Decirle a alguien la verdad era impensable.

Por el momento, eran las 5 de la tarde y mi plan iba funcionando, ni siquiera lo había visto en todo el día, todo ha estado tranquilo, demasiado, a decir verdad. Era tanto silencio, que podía escuchar a mama trajinando en la cocina. Parece que después de todo, esta podría ser una navidad diferente, tal vez hasta feliz. Aunque como dicen por ahí, “después de la calma, puede venir la tormenta”, y esta era sin duda la peor de todas.

Siendo las 7 de la noche, me resigne a salir de mi refugio, ya era la hora de la cena familiar, la gran celebración de noche de navidad. Aunque, al parecer la única emocionada era mama.

Cuando llegue al comedor, mama y papa ya estaban sentados esperando mi llegada, cuando entre no se hicieron esperar las quejas.

- Creí que nunca ibas a bajar – recalco las últimas cuatro palabras acentuando el fruncido de sus cejas – llevamos media hora esperándote, muero de hambre –

- ya déjalo, se sentía mal, cierto cariño? – y ahí estaba mama, a la defensiva, aunque no lo suficiente en los momentos que de verdad necesitaba de ella, aunque tampoco podría hacer nada, ni siquiera debería saberlo – ven cielo, siéntate a comer.

Simplemente le dediqué una pequeña sonrisa a mama, y me senté cabizbajo, escuchando a medias su conversación. Cuando por fin termino la cena, me excusé según lo planeado y me encerré en mi refugio. Las réplicas no se hicieron esperar, pero hice el amago de querer vomitar y lo dejaron pasar. Al llegar a mi habitación, sudoroso, temblando, pálido del susto y los nervios, no pude evitar sentarme en el suelo y llorar. Solo llorar. Después de tres años, de tres navidades de pesadilla, esta era diferente, pude escaparme.

Aun así, no podía relajarme del todo, el miedo no me dejaba. Me senté en mi cama a leer un libro, y así me quedé dormido. Hasta que de un sobresalto desperté, al sentir mi puerta abrir. En ese momento entendí algo: ¡Jamás podrás escapar del diablo!

Era demasiado tarde, mi peor pesadilla estaba por cumplirse, lo único que podía hacer era cerrar mi mente, dejarla volar y así no sentiría nada, ni dolor, ni miedo, ni frustración. Absolutamente nada.

Obviamente las cosas no estaban bien, pero no hubiese pasado nada fuera de lo habitual de no ser porque mi madre entro sorpresivamente a mi habitación, y descubrió la verdad. En ese instante mi mundo se nublo, se me vino encima.

De ahí solo tengo vagos recuerdos: mi madre gritar a todo pulmón huyendo de la escena, mi padre salir detrás de ella rojo de la ira, mi madre tirada en el suelo sangrando por la nariz a los pies de mi padre. Eso último fue la gota que rebozo la copa, me llené de ira, más de la que nunca jamás sentí.



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En el texto hay: suspenso, tragedias y muerte, navidad para todos

Editado: 19.11.2018

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