Mi corazón no olvida

Capítulo 22: ¿Dónde están mis hijos?

Adaya:

Cuando subí a la habitación tomé el teléfono y llamé a mi madre. Necesitaba desahogarme con alguien y ella era la única persona en la que confiaba.

—Mi hija querida, que bueno saber de ti—dijo mi madre al responder la llamada. 

—¿Cómo están mamá? Los extraño mucho.—contesté.

—Nosotros también te extrañamos a ti y a esos niños que son nuestro mayor tesoro.

—¿Y mi padre? ¿Cómo está su corazón? —cuestioné.

—Está bien, todos los días me pregunta si he sabido de ti y de los niños, te quiere mucho aunque te lo niegue—dijo ella.

—Yo también lo quiero mucho, díselo.

—¿Cuándo vienes hija? —cuestionó mi madre—tus vacaciones terminan en quince días y si no te incorporas a trabajar te echarán. En quince días los niños también deben empezar la escuela.

—Lo sé, lo sé. Los niños no quieren irse lejos de su padre. Alejandro tampoco quiere que nos vayamos... 

—¿Los recordó? —cuestionó.

—No, pero ya llegaron los resultados de la prueba de paternidad y dice que quiere pasar tiempo con ellos. La verdad ya no sé ni qué hacer. El Alejandro que amaba ya no existe, tiene una vida hecha, no sé qué hago aquí, a veces creo que lo mejor sería irme sin que él lo supiera

—Hija, esperaste ocho años por él, perdiste los mejores ocho años de tu vida esperándolos, los niños llevan ocho años esperando por conocer a su padre. Creo que lo mejor para todos es que te quedes un poco más. Ya no tienes más nada que perder.

—Mi dignidad—respondí.

—No es que él te dejó solo porque sí, perdió la memoria y aunque ya no te merezca por la forma en que me has contado que es contigo, los niños se merecen pasar tiempo con su padre, conocerlo. Quién sabe y algún día te recuerde.

—Para ese entonces creo que ya será demasiado tarde—respondí—te llamaré luego, los quiero mucho —agregué antes de colgar. Debía pensar muy bien en lo que haría con mi vida, quería que mis hijos fueran felices, pero la cercanía con Alejandro no me hacía nada bien, su cambio continuo de actitud me confundía y no quería que la misma persona que tanto daño me había causado en todo este tiempo me lastimara de nuevo.

******†*******

Día siguiente:

Eran las seis de la tarde cuando bajé con los niños a cenar, Alejandro aún no había llegado del trabajo. Escuché a su novia en la tarde comentándole a la madre que Alejandro regresaría tarde, ya que  tenía que quedarse hasta tarde en una cena de negocios. Fui a la cocina mientras los niños esperaban en el comedor para que les llevara su cena y allí estaba la señora Margaret.

—¿Sabes cocinar? —me preguntó justo cuando puse un pie en la cocina.

—Sí, por supuesto—respondí.

—Puedes ayudar a Jani a terminar la cena, la otra cocinera no vino y como está ella sola mira que hora le ha cogido y no termina—agregó la señora. —Moriremos todos de hambre si ella sigue sola y la despediremos su tarda mucho y yo no cocino.

—Sí, por supuesto que sí sé cocinar —respondí. Después de todo nosotros también comíamos allí en esa casa.

—Gracias por ayudarme—dijo la chica cuando Margart salió—no sé por qué la otra cocinera faltò hoy y la señora ha pedido más platillos que nunca. 

—No te preocupes, es un placer ayudar—comente y ella sonrió agradecida. 

Cuando estuvo la cena lista  fui inmediatamente a buscar a mis hijos, pero no estaban en el comedor donde los había dejado. Me asusté al no verlos, fui a la sala y tampoco estaban allí, iba a subir a la habitación a buscarlos, pero antes pensé que lo mejor era mirar cerca de la piscina que era el lugar más peligroso de la casa, salí corriendo hacia la piscina, pero no los vi allí, miraba desesperada por todo el jardín cuando vi a una mujer allí cerca vestida de empleada que no había visto antes en la casa.

—Señorita ¿busca algo? —cuestionó.

—Mis niños, mis dos gemelos de ocho años, no los encuentro—respondí asustada.

—Hace un rato vi a los niños salir a la calle, cruzaron la puerta de la entrada…respondió.

—¿Por qué no me avisó?—pregunté desesperada, todo el mundo en esa casa sabía que los gemelos eran hijos de Alejandro. 

—Pensé que le habían dado permiso—exclamó y salí corriendo, como le iba a dar permiso a dos niños de ocho años a salir solos a la calle cuando ya era oscuro. Además esto me sorprendió mucho porque mis niños nunca salían a ningún lado ain antes pedirme permiso. Corría hacia la salida cuando vi a Jani, la cocinera que había ayudado antes, parada en la puerta de la mansión.

—Adaya, ya serví la cena—pronunció ella. —¿dónde vas?

—Los niños, no los encuentro y alguien me dijo que habían salido—dije, saliendo de allí corriendo, ni siquiera sabía a dónde habían ido.

—¡Ángel! ¡Ander! —grité cuando estaba en la calle y empecé a caminar hacia la parte más oscura.

—¡Ángel! ¡Ander! —repetí, mirando desorbitada hacia todos lados, estaba tan asustada de pensar que algo malo le podía haber pasado a mis hijos, que el corazón se me quería salir del pecho.

—¡Ángel! ¡Ander! —grité nuevamente y habían dos hombres parados con gafas grandes y oscuras cerca de un auto y vestidos de negro.

—¿Se le perdieron dos niños? —preguntó uno de ellos, no sé si lo hacían porque me habían escuchado gritar el nombre de los niños y buscar desesperada o porque lo habían visto solos.

—Sí, han visto a dos niños, gemelos, de ocho años... —pregunté asustada, pero con rapidez uno me sujetó ambos brazos y otro pegó un arma en mi cabeza.

—No lo hemos visto y tú tampoco los vas a ver—dijo el que puso su arma en mi cabeza.

—¿Qué quieren? ¿Quiénes son? —pregunté asustada—necesito encontrar a mis hijos—dije a punto de llorar y fue lo último que recuerdo antes de que el sujeto que sostenía el arma pusiera un pañuelo en mi boca y mi nariz y terminé desmayada.




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