Mi amante, el príncipe de jade.

El rey será mío..

 

 

El rey había sometido a Silvi postrándola sobre su escritorio, su corazón latía lleno de adrenalina, el rechazo parecía no frenarla en sus deseos de convertirse en la debilidad del villano, antes de sacarla de su oficina, Valeska le advirtió que se mantuviera a raya mientras estuviera en sus dominios, amenazándola con arrancarle los labios si volvía a intentar besarlo a la fuerza, Silfi fue enviada de vuelta a sus aposentos y el rey mismo la llevó balándola del brazo y la dejó fuera de su vista.

La princesa se sentía avergonzada, pero no por eso iba a rendirse, esta era su ultima oportunidad antes de que la mandaran de vuelta a Aberlord, no tenía pensado regresar a las manos de los altos elfos que solo la utilizaban para sus planes perversos de colocarse en la cima aun por encima de los que hoy dominaban este mundo “los vampiros”

—¿Que fue lo que pasó? ¿Que le dijiste a su majestad para que te sacara de esa manera?—le preguntó Beatriz al ver como el rey la echaba a la vista de todos.

—No pasó nada…—le respondió Silfi avergonzada.

—Te dije que te controlaras, el rey a matado por mucho menos que esto, por lo visto no valoras tu vida en lo absoluto.

Silfi no pronuncia más palabras, se quedó pensativa mientras era escoltada por Beatriz en los grandes pasillos que tenían vista al jardín.

—No pienso volver a Aberlord…prefiero morir en el intento de encamarme con el rey, sé que no le soy indiferente, la forma en la que me mira es la misma que un niño tiene cuando ve un dulce que le gusta, se esta resistiendo a sus impulsos, no dudo que le tenga aprecio a la emperatriz, pero la pasión es más fuerte que el amor y mi deseo de sobrevivir es más poderoso que la bruja que gobierna junto a él, no volverán a casarme con otra bestia, no volverán a maltratarme.—se dijo Silfi en sus adentros, mientras caminaba decidida y con la cabeza en alto, Beatriz no dejaba de pensar en el dolor de cabeza que era cuidar a esa princesa insistente y de pronto, la reina apareció entre las rosas brillando y sonriendo, mientras cargaba a Minerva y llevaba a Aspen de la mano, a su lado estaba Emm, quién iba cortando rosas para ponerlas en la habitación de Lía después de su recorrido.

Los ojos de Silfi se abrieron de golpe, se le hizo un molesto nudo en la garganta, era inevitable que se encontraran cara a cara.

—No puede ser…es ella…

Lía sonreía a alegremente al escuchar los balbuceos tiernos que Minerva emitía, pero al azar la vista, su corazón se encogió en el momento en el que vio a la princesa regresar de la oficina de su esposo.

—Vamos, saluda con una emergencia a la emperatriz.—le dijo Beatriz y se acercaron más ya que Lía se detuvo en medio camino.

—¿Que pasa madre por qué te detienes de repente?—le preguntó Aspen confundido y al ver a la princesa la contemplo con sus preciosos ojos esmeralda.

—Saludos majestad.—Le dijo Beatriz mientras la saludaba con respeto y Silfi también hizo lo mismo.

—No tienes por que hacerme una reverencia mamá, no es necesario.—exclamó Lía y Silfi se quedó tiesa al escuchar a la emperatriz decirle mamá a Beatriz.

—Eres mi reina, solo sigo el protocolo.

—Saludos su majestad, larga vida a su excelencia.—le dijo Silfi como saludo y añadió con una brillante sonrisa.—No tenía el pacer de conocerla en persona, mi nombre es Silfi de Aberlord, heredera al trono de mi pueblo.

Lía la miraba como a una intrusa, no sabía como tratarla o que pensar de ella, Silfi parecía una mujer dulce y amable, pero los sueños que presencio, hicieron que no le tuviera confianza, aun así, Lía trató de ser Cortez sin parecerle amigable.

—El placer es mío ¿como se ha sentido en el palacio? ¿La han tratado bien?—le preguntó Lía mirándola fijamente.

—Si, estoy muy agradecida con su majestad por haberme traído con él, me ha procurado en todo, justo ahora vengo de reunirme con él, me gustaría recorrer el castillo y conocer bien este hermoso lugar, sepa que …—Lía la interrumpió con voz suave pero firme.

—Mi esposo no la trajo al castillo como huésped permanente, espero que él haya sido claro con eso, princesa, tengo entendido que en unos días dejará nuestro hogar y volverá a la provincia de Aberlord, sería muy triste que se encariñara de este lugar sabiendo que pronto lo dejará.—le dijo Lía con una sonrisa dejando a su madre con otra en el rostro.

—La princesa sintió un fuerte impulso de abofetear a la reina, pero esa sería una estupidez, así que movida por su enojo, exclamó con su lengua filada.—El rey me besó, supongo que eso significa otra cosa, quizá si me vea más seguido de lo que cree.

Beatriz y Lía no podían creer lo que escuchaban, tanta insolencia en ese pequeño y delicado cuerpo, no sabían si era tonta o muy segura de si misma.

—Mamá ¿serias tan amable de acompañar a Emm a llevar a los niños a otro lado? Solo me quedaré unos minutos con la princesa.—le dijo Lía con seriedad y Beatriz aceptó pensando que no era buena idea que ellas se quedarán solas, no temía por lía, si no por el bienestar de Silfi.

—Está bien, vengan niños, iremos a leer un cuento ¿les parece? —Beatriz se llevó a sus nietos y mientras caminaban, Aspen miró hacia donde estaba Sílfide y le clavó las pupilas como dos dagas afiladas.

De pronto, Lía abrió un portal y se llevo a Silfi de ahí llevándola a un lugar desolado en el que pudieran hablar tranquilas, la princesa estaba desconcertada, era la primera vez que veía algo así.

—¿Donde estamos?—le preguntó Silfi mirando a su alrededor inquieta, pues estaban en medio de una tormenta de nieve en un lugar lejano.

—Eso no importa, aquí puedes quitarte la mascara ¿que es lo que quieres? Dices que mi esposo te besó, pero no te creo, él es fiel a mí ¿por que quieres seducirlo?—la interrogó Lía con enojo.

—Tienes razón, te mentí, no ha sido solo un beso, este sería el segundo y si no fuera por tí ya me abría costado con él y…—Lía le dio una fuerte bofetada dejándola en el suelo.




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