Los príncipes cautivos

Capítulo 7: El compromiso

(Narra Alexor)

Para mi alivio, el rey cambió sus planes conmigo para la siguiente semana, en lugar de hacerme trabajar en la construcción de la escuela para niñas, fui obligado a pasar mis días junto al rey en el Salón del Trono. Mi padre quería que aprendiera gobernar a base de ver su ejemplo, así que desde muy temprano en la mañana me encontraba sentado a su lado observándolo mientras atendía los asuntos que los súbitos traían ante él o lo acompañaba a las juntas con sus caballeros en los que discutían los problemas del reino. Mi padre pensaba que esta era una clase de castigo, pero lo cierto era que yo de niño solía hacer esto mismo por voluntad propia, durante la infancia me encantaba pasar mis días a su lado mirándolo tomar decisiones y fascinándome por las cosas que hacía, me gustaba imaginar que algún día ese sería yo ayudando a la gente y manteniendo la paz en el reino. Tal vez ahora sentía menos fascinación, pero ya conocía bien su proceso de toma de decisiones y muchas veces podía anticipar lo que iba a hacer ante ciertos casos. Estar a su lado no era una imposición tan terrible como él imaginaba, en el fondo lo encontraba entretenido y enriquecedor.

—Majestad, los sirvientes de la familia Rupert han estado metiéndose en mi propiedad y han estado robando mis ovejas —se quejaba amargamente un súbdito—. Tan solo el mes pasado conté siete ovejas faltantes y cuando fui a revisar, ¡estaban en la propiedad de ellos! Me quejé con Samuel Rupert para ver si podíamos aclarar el asunto, pero él niega terminantemente saber nada de ello. Yo sé que él es quien ordena a sus trabajadores llevarse mis ovejas, de otro modo no se atreverían a robarme. Por favor, debe intervenir, Majestad.

Haré que te devuelva tus ovejas y lo obligaré a pagar una cerca que divida tu propiedad y la de la familia Rupert,” me dije para mis adentros anticipando lo que el rey iba a decir.

—Quédate tranquilo, haré que Samuel te devuelva tus ovejas y lo obligaré a pagar una cerca que divida tu propiedad y la de los Rupert —respondió mi padre.

Esbocé una discreta sonrisa socarrona, orgulloso de haber adivinado lo que haría mi padre antes de que hablara.

—Es importante hacerlos sentir escuchados y que sus problemas son importantes —susurró mi padre mientras el hombre salía del Salón del Trono.

—Sí, lo entiendo —respondí asintiendo con la cabeza.

Sobre la cuestión de los Dranbers no se dijo ni una palabra, tres semanas transcurrieron y dejé el asunto en el olvido. En un reino en donde se es responsable de miles de vidas, era difícil no dejar que los problemas cotidianos absorbieran tu atención por completo y te desviaran de las pequeñeces. Si mi padre ya no había mencionado nada de la carta, era porque carecía de importancia real y no era algo en lo que debía ocupar mi mente.

 

Había pasado un mes desde el debacle de mi fiesta de cumpleaños, desde entonces había mantenido un comportamiento prudente y contenido por lo que cuando Elio sugirió encontrarnos en la tarde de mi día de descanso decidí que era un merecido premio por el esfuerzo del último mes.

Cargando una botella de nuestro vino favorito, me encontré con Elio quien me esperaba en nuestro lugar predilecto desde la infancia: las ramas de un viejo árbol en una zona deshabitada unos kilómetros dentro del bosque.

—Vaya, creí que jamás sería digno de que me dirigieras la palabra de nuevo —exclamó Elio en tono burlón al tiempo que estiraba su mano para que le pasara la botella—. Ahora que estás jugando al buen hijo pensé que te buscarías nuevos amigos.

—Ya sabes que no me he alejado por gusto —respondí mientras que, ya con las manos libres, escalaba para sentarme en la rama frente a la que él se encontraba.

—Alexor, te haz perdido de un montón de cosas… por favor, dime que ya te levantaron el castigo, la vida en Encenard es muy aburrida cuando tú estás recluido dentro del castillo.

Elio destapó la botella y le dio un buen trago antes de tendérmela.

—No lo sé, en apariencia el enojo de mi padre ha pasado, pero con él nunca se sabe —respondí antes de beber.

—Oh, por favor, ni que hubieras matado a uno de los invitados. Tampoco es como que amenazaste a Jon para hacerlo beber, ni forzaste a Vanessa a hacer algo en contra de su voluntad…

—Eso es lo que yo pienso, pero el rey tiene otra opinión —contesté antes de dar otro trago.

—Hablando de Vanessa, quería preguntarte algo. Ahora que ya no hay nada entre ustedes, ¿te parecería mal si yo muestro interés en ella? —me preguntó con cierto nerviosismo en la voz.

—¡¿Qué?! ¡¿Quieres liarte con Vanessa?! —inquirí sorprendido, su pregunta me había tomando completamente desprevenido.

—Algo así. Ya sabes que mi madre y la señora Muller son bastante cercanas, han sido inseparables desde antes de mi nacimiento… pues mi madre me está insistiendo para que corteje a Vanessa —me explicó con cierta incomodidad—. Al parecer, es su sueño emparentar con su querida amiga y está ansiosa porque me case.

Miré a mi amigo boquiabierto.

—Espera, ¿dijiste casarte? Elio, ¿perdiste la cabeza? Eres demasiado joven para eso.

—No lo soy, varios de mis compañeros de mi edad ya han contraído matrimonio…



#1731 en Novela romántica
#356 en Fantasía

En el texto hay: matrimonio, magia, realeza

Editado: 28.11.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.