Los príncipes cautivos

Capítulo 6: La fiesta de Dimas

(Narra Triana)

Pasé mis manos por la tela de mi vestido verde, mi color predilecto, la seda se sentía suave bajo mis dedos. Luego caminé hacia la ventana de mi habitación y miré la puesta del sol. Conforme comenzaba a oscurecer el interior de las casas del reino esparcidas por la montaña se iluminaba con la luz de las chimeneas. Imaginé a las cientos de familias reunidas alrededor del fuego disfrutando de su cena y compartiendo historias sobre su día. Mi familia también acostumbraba cenar junta todas las noches, pero no hoy, hoy habían otros planes.

Hoy era el aniversario luctuoso de mi abuelo, el antiguo rey Dimas, y mi abuela tenía por costumbre organizar una reunión con miembros selectos de la corte para honrar la memoria de su difunto marido. El resto de los miembros de la familia encontrábamos un poco incómoda la tradición pues era un evento en el que la gente no sabía como actuar, mi abuela pretendía que fuera una ocasión alegre, pero a los demás les sentaba extraño reír o beber en memoria de un difunto. A pesar de ese detalle, mi padre el rey siempre accedía ansioso por complacer a su anciana madre y nosotros le seguíamos la corriente gustosos.

Volví a aplicar color en mis labios, el rojo me sentaba bien y hacía un lindo contraste con la tela del vestido y mi piel bronceada.

Alguien llamó a la puerta. Era Clío, mi dama de compañía.

—Alteza, los invitados están llegado. Ya es hora de bajar —me indicó con una sonrisa.

Le agradecí a Clío y me encaminé hacia la salida. En el descanso de las amplias escaleras, se encontraba mi familia reunida aguardando a que estuviéramos todos para bajar. Mi abuela ataviada de joyas con un hermoso vestido blanco. Mi madre luciendo un espectacular collar de esmeraldas que mi padre le había obsequiado en honor a su nombre y un ceñido vestido que resaltaba su hermosa figura. Mi hermano Luken a lado de mi padre, ambos con la espalda erguida con orgullo y el pecho de fuera, en la típica pose de los hombres de mi familia.

Mi hermana menor, Nadine, mostró una sonrisa resplandeciente al verme e hizo un ademán con la mano para que me colocara junto a ella.

—Ya estamos todos, ¿qué esperamos? —preguntó mi padre con una sonrisa.

Nos dirigimos al Salón de Fiestas en donde nuestros selectos invitados se encontraban aguardando por nuestra llegada. Un guardia anunció nuestra entrada y el lugar quedó en completo silencio, al ver a la familia real, los invitados hicieron una respetuosa reverencia.

—Bienvenidos sean todos. Gracias por acompañarnos a honrar la memoria del antiguo rey Dimas. Es un placer contar con su presencia —declaró mi padre de buen ánimo hacía los presentes.

La música se reanudó y la gente retomó sus conversaciones. Pronto estuvimos rodeados de personas que se acercaban a saludar y a intercambiar cortesías. Siempre era así, primero debíamos dedicar algún tiempo a formalidades y luego ya teníamos la oportunidad de disfrutar la celebración. Era peor para Luken, pues él iba a ser rey algún día y todos deseaban charlar con el heredero al trono. Por suerte, Nadine y yo no éramos más que princesas sin perspectivas de gobernar y eso nos hacía menos interesantes ante los ojos de los súbditos.

—Está aquí —susurró Nadine discretamente a mi oído mientras Amelia Parisi, una vieja conocida, hablaba sobre lo que haría la siguiente temporada.

De inmediato supe a que se refería a Piero.

Mis ojos lo buscaron entre la gente hasta encontrarlo. Con paso gallardo y cargado de seguridad en sí mismo, Piero se abrió camino entre los presentes para llegar hasta mí.

—Buenas noches, princesa Triana, debo decir que es usted una visión. No hay mujer más bella en el reino que usted —dijo antes de besar mi mano sin despegar sus ojos color miel de mí.

Amelia, a mi lado, hizo una mueca ante el comentario; ella era una de las tantas que moría por Piero y que envidiaba toda la atención que él me prestaba.

Una sonrisa se dibujó en mis labios ante su comentario.

—Es usted muy amable, capitán —dije con recato.

—Espero que me conceda al menos una pieza esta noche —dijo Piero de forma galante.

Mi hermana soltó un agudo chillido de emoción a mis espaldas. Tuve deseos de darle un codazo para que se contuviera, pero por supuesto que no iba a hacer algo tan indecoroso frente a tantos invitados. La forma elegante con la que Piero se dirigía a mí y toda la gracia que mostraba en sus movimientos me hizo olvidarme por un momento de las cosas que había dicho Luken, ¿cómo alguien tan gallardo podía ser un hombre de cuidado?

—Será un placer —respondí con una inclinación de cabeza.

Con un ademán galante, Piero me guió hasta la pista de baile. Coloqué mi mano en su hombro y él la suya en mi espalda baja, tan abajo que prácticamente estaba rozando mi trasero. Sentí cómo me sonrojaba por su atrevimiento, jamás ningún hombre había osado algo así conmigo, pero Piero parecía no conocer los límites del decoro. Discretamente alcé su mano para ponerla en un sitio más adecuado.

—Escuché que Enzo Parisi la visitó ayer por la tarde. Pobre princesa, ya me imagino que tuvo que aguantar la agonía de escucharlo hablar sobre cartografía —bromeó con un dejo de desprecio en la voz.



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En el texto hay: matrimonio, magia, realeza

Editado: 28.11.2021

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