Las adversidades de Sara y su fortuna

Gunther me agrede

Pasaron dos meses desde el día que viví aquel bochornoso incidente en la oficina de Julien. En ese entonces, mi jefe estaba en otra ciudad visitando las oficinas de Barthel Publicidades en Frankfurt. Julien viajó junto a Marco esa vez, pues mi apreciado compañero era el encargado de la campaña publicitaria para diferentes eventos del festival de octubre, o bien, el famoso Oktoberfest. 

Mientras tanto, yo trabajaba en mis funciones como secretaria; redacción y envío de cartas o memorandos, gestión de llamadas y la organización de la agenda de Julien para su regreso. 

A pesar de todo, no me sentía tranquila en la oficina pues la señora Corinna hacía mi vida miserable cada vez que llegaba la compañía. Esto pues, aprovechando la ausencia de su hijo y no importándole que Sonja o Ludwig le llamaran la atención por ello. 

Recuerdo que una mañana bajé a la sala de casilleros porque olvidé mi celular en la mochila. Ese día mi hermano mayor, Axel, estaba de cumpleaños y lo había podido llamar. Aproveché mi descanso de quince minutos para ir por el teléfono, pero algo me decía que no era buena idea. 

En fin, seguí mi camino hasta la enorme sala de casilleros de color azul turquí, abrí el mío y saqué mi celular. Cerré la puerta y guardé las llaves en el bolsillo derecho de mi pantalón. Vi la hora en la pantalla de mi celular y todavía tenía diez minutos libres. Marqué el número de mi hermano y le canté el feliz cumpleaños cuando me contestó. Al terminar la llamada, di un par de pasos y de la nada fui sorprendida por Gunther, quien me llevó al fondo de la sala. 

—¿Qué demonios intentas hacer? —pregunté en mi desesperado intento por liberarme y salir corriendo —¡Gunther, suéltame! 

—De aquí no te irás hasta dejar las cosas en claro. 

Ese infeliz me tenía presionada contra la pared. De pronto, me arrebató el celular y lo lanzó lejos, solo pude escuchar el ruido del teléfono volviéndose pedazos al estrellarse contra el piso. En ese rincón Gunther me tapó la boca y comenzó a besarme el cuello mientras rompía la camisa de mi uniforme. Yo intentaba gritar, pero ese cerdo desgraciado estaba armado. No tengo idea de cómo ingresó a la compañía con esa cosa, pero ahí me tenía, a punto de abusar de mí al interior de aquel recóndito rincón de la sala de casilleros. 

En medio de aquel amargo momento, cerré los ojos y rompí en llanto sintiendo las asquerosas manos de Gunther tocando mis piernas. Ya estaba resignada a lo que estaba a punto de pasar, cuando intempestivamente, escuché un fuerte golpe y sentí que Gunther había dejado de tocarme. 

—¡Sara! ¿Estás bien? 

Lentamente abrí mis ojos y vi a mi salvador. Hannes, uno de los guardias, llegó a tiempo para liberarme de las garras de Gunther. 

—¡Gracias! —repetí varias veces, muerta de nervios. 

Hannes se acercó a mí para abrazarme mientras que yo me aferraba a él buscando protección. Varios empleados estaban siendo testigos del frustrado intento de Gunther por violarme. 

—Dale las gracias a Rita, ella nos alertó —comentó Hannes —tranquila, Sara. 

Los otros guardias llevaron a Gunther al estacionamiento en donde don Douglas lo encaró. A partir de allí, mi vida se estaba convirtiendo en un infierno, porque el señor Barthel usó sus influencias para encerrar a Gunther por varios meses en prisión. 

Me sentí insegura, vulnerable y burlada. Aquel acto cobarde de ese infeliz fue humillante. Sentí vergüenza y asco a la vez, pero al saber que Gunther saldría de prisión en poco tiempo, debía cuidarme ya que obviamente, el muy descarado regresaría por venganza. 

Cuando las cosas se calmaron un poco, don Douglas me dijo que fuera con él a su oficina. Sonja me acompañó todo el tiempo, hasta buscó una camisa nueva ya que la mía estaba rota y solo contaba con el blazer para cubrirme. 

—Sara, quiero pedirte perdón en nombre de la compañía por lo que pasó al interior de esa sala —comentó el señor Barthel —ahora me preocupa todo esto, me tiene fuera de casillas el hecho de querer saber si esto ya había pasado antes con otras empleadas. 

—He escuchado que Gunther es abusivo, pero no que era capaz de atentar contra la integridad de una mujer —respondí —y usted no tiene que pedir perdón por algo que hizo un solo empleado, señor Barthel. Quien actuó de semejante forma cobarde y aberrante fue Gunher, no Barthel Publicidades.

Don Douglas respiró profundo y tragó en seco. Su expresión era de total decepción, cosa que pude notar, pues en realidad se le veía muy preocupado por haber tenido a un sujeto tan peligroso como Gunther al interior de la empresa. 

En ese instante, el teléfono de Sonja sonó, y yo quedé a solas con don Douglas, pues Sonja salió de la oficina para responder la llamada. 

—Sé que es tonto preguntar esto, pero ¿Cómo te sientes? 

Respiré profundo y dije —Humillada, así me siento. 

—Sara, si lo deseas, puedes tomarte un descanso por varios días ¿Te parece?

—Está bien, señor. No es necesario. —respondí rechazando su propuesta —vendré a trabajar con naturalidad a la compañía. Pudo evitarse cualquier desgracia, por lo tanto, no es menester que tome un descanso, Aún así, le doy las gracias por preocuparse. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.