Las adversidades de Sara y su fortuna

Atrapado

Un día después de la visita del despreciable de Harald a mi apartamento, pasó algo curioso en la compañía. Recuerdo que aquella mañana llegué a mi puesto y encontré un osito de peluche. Sin pensarlo, agarré esa pequeña cosa infernal y la alejé de mí, pues además de ser alérgica a las flores, o más bien al polen, también soy alérgica a la felpa. 

Sonja me miraba y se reía pues no tenía idea de mi alergia a ciertos materiales. Se levantó y me quitó el oso. 

—¿No lo quieres? Es muy bonito —dijo acariciando al osito.

—Sí, muy lindo y todo lo que quieras, pero te agradezco que lo alejes de mí. —comenté —de lo contrario comenzaré a estornudar sin parar y no querrás que también llene todo el escritorio de mocos. 

—¡Qué asco, Sara! —exclamó —¿Me lo puedo quedar? 

—Solo si me respondes quién dejó esa cosa en mi puesto. 

Sonja dijo que cuando ella llegó ya el oso estaba allí, lamentablemente no había podido ver nada. —Aunque, podríamos ver el video —señaló a la cámara de seguridad ubicada en la esquina entre el ventanal y la oficina del señor Douglas. 

«Finalmente voy a descubrir quién es este payaso», pensé y sonreí de manera pícara. Sonja me sorprendió y me preguntó si en el fondo estaba emocionada por saber de quién se trataba, a lo que respondí:

—Estoy ansiosa, pero no porque quiera corresponderle —exhalé —sino porque quiero ponerte un punto final a este texto de estupideces. 

Ambas entramos a la oficina del señor Julien luego de llamar a su puerta. Yo iba detrás de ella, muy tímida por la reacción de mi jefe ante la petición de su hermana. El señor Julien miró fijamente a Sonja y luego me miró a mí. Yo no sabía qué hacer ante la mirada penetrante de mi jefe, así que solo bajé mi cabeza. 

En realidad me desprendí un poco de la realidad y cuando quise reaccionar, tenía al señor Julien parado justo enfrente de mí. Llevó su mano hasta mi mentón diciendo 

—Levanta la cara y pídeme lo que necesitas. —pronunció —¿Necesitas los videos? Está bien, pero quiero que me digas la razón. 

Le expliqué al señor Julien lo que encontré en mi puesto. Lo curioso es que no quitaba su mano de mi mentón. Se mantuvo cerca de mí, mirándome fijamente a los ojos mientras escuchaba con atención cada una de mis palabras. Cuando terminé de explicar, fruncí el ceño al ver que sonreía tiernamente. ¿Cuál era el motivo de su sonrisa? No tengo idea, pero fue tan extraño que con el rabillo del ojo pude percatarme de que Sonja estaba igual de anonadada que yo. 

—Está bien —expresó el señor Julien —pediré que me traigan una copia de la cinta para ver quién es ese misterioso admirador que tanto te incomoda. 

Lentamente llevé mi mano para retirar la suya de mi mentón. Ya era demasiado que me tuviera así por tanto tiempo, sobre todo porque estaba muy cerca de mí. Pedí disculpas y me retiré a mi puesto. Fue entonces que Sonja se acercó para decirme: 

—Un par de centímetros más y mi hermano te besa.

—¡Basta Sonja! —dije, pero la situación empeoró cuando comencé a sonrojarme. 

Sonja no paraba de molestarme por la actitud de su hermano. En ocasiones sentía el impulso de entrar a su oficina y encararlo, no era un acosador, pero su exceso de ternura me hacía sentir incómoda. A veces solo deseaba que me regañara, se que suena algo masoquista de mi parte, pero quería sentir que se comportara como mi jefe y no como un Romeo en potencia.

Minutos después de haber pedido la copia del video de la cámara, el señor Julien se asomó por la puerta y con su índice izquierdo me hacía señas de que entrara a su oficina. Así que, tragué en seco y miré a Sonja quien sonreía de cierta manera que parecía querer entrar ella también. 

Cuando ingresé a la oficina de mi jefe, me dijo que tomara asiento en su silla. Lo cual no me atreví a hacer a pesar de que él me lo ordenó. Me rehusé varias veces hasta que habló con firmeza:

—¡Es una orden, Sara! 

Con presteza me senté y él se paró detrás de mí. Ambos vimos que en el video aparecía Gunther. El extraño sujeto encargado de Recursos Humanos. Me sorprendió tanto verlo poner el oso en mi puesto ya que nunca he cruzado palabras con él, y lo poco que sé es que es un sujeto horrible como persona. Aún me cuesta entender cómo alguien como él está en esa área de la empresa, pues su fama en cada rincón de la misma es que de humano no tiene nada, solo la apariencia. 

Me molestó tanto que no dije nada, solo me limité a verlo en pantalla. Estaba tan concentrada que no escuché a mi jefe hablar, solo sentí que presionaba mi hombro con su dedo índice hasta lograr que yo reaccionara. 

—¿Qué piensas hacer ahora que lo sabes? —cuestionó. 

Miré la pantalla nuevamente con desaprobación y le respondí —en este momento no estoy para romances ni nada parecido. Por lo tanto, no le pienso corresponder, además, no creo que sea correcto y mucho menos al tratarse de alguien de la empresa. ¿O me equivoco? 

—El amor puede darse en cualquier lugar y cualquier momento, solo es cuestión de ver si es la persona correcta para evitar errores como el que yo cometí tiempo atrás —dijo con un tono de voz triste y decepcionado —no debería contarte esto, pero la mujer que estuvo aquí es mi ex prometida. Dice que quiere solucionar las cosas y rescatar lo nuestro, pero una infidelidad no se puede perdonar. 




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