La Venganza del Alfa

Capítulo 7: Sombra

Estar entrenando por más de dieciocho horas no fue lo que pretendía hacer en este viaje, es más, solo tengo cuatro horas de descanso de las cuales me siento como un trabajador del que están explotando a punto de hacerlo trabajar como un burro que le han puesto una enorme carga en el lomo.

Ya ni siquiera deseo salir de mi tienda de campaña, creo que solo me han dejado dormir tres a cuatro horas de las cuales se me ha complicado conciliar el sueño al no saber qué es lo que me espera durante el día, ayer fue una sobrecarga para mi cuerpo tener que ejercitar mi cuerpo con piedras y arena a fin de mantener una resistencia que permita dominar todo lo que han esperado de mi últimamente.

Quisiera irme a mi casa pero apenas estoy comenzando con esta tarea de la que aún no le encuentro un propósito para seguirla llevando a cabo, lo único que me ha fortalecido es en mis habilidades y al menos, en mantener ocupada mi mente para no seguir pensando en Gemma, ya que las primeras veces, los ulfhednar hicieron de las suyas cuando se daban cuenta de mi falta de concentración, por lo que me tomaron ventaja en darme varios golpes de los cuales, nunca imagine que dolería más que una golpiza de un alfa.

Una brisa tibia mueve las solapas de mi tienda de campaña, la única privacidad que tengo porque de ahí, es de menos cuando empiezo a creer que los ulfhednar han comenzado a conocerme de cabeza a pies, creo que lo que no ha cambiado de todo esto, es mi alimentación, es de lo único que no me puedo quejar hasta ahora debido a que los propios ulfhednar se han dado el lujo de darme buena comida, esperando que no sea para sacrificarme luego aunque eso ya es una tontería.

Nunca en mi vida pensé que extrañaría mi hogar, mi cama e incluso el ambiente salvaje que trae un bosque tropical, en vez de eso, ahora me encuentro en medio del desierto, durmiendo en el suelo y viviendo unos días que son más calientes de los que ya he empezado a acostumbrarme, bueno, solo eso cuando todavía no he aprendido a defenderme bien de los ataques de los ulfhednar, ya que en sí, lo que más he llegado a aprender ha sido bloquear golpes en el estómago y cuello, como a su vez, mantener mis sentidos alertas cuando atacan en conjunto.

Sinceramente en menos de una semana, me he llegado a desarrollar mejor de lo que mis capacidades probablemente no mostraban, y no es de menos que el calentamiento sea fortuito mientas que las prácticas sean más pesadas que un camión de cincuenta toneladas. Lo que sí he llegado a aprender estos días con los ulfhednar es poder mantener la mente despejada, los ojos bien abiertos y los oídos bien destapados para estar preparado ante los peligros que pueden estar a mi alrededor, aun no me siento orgulloso ni un poco de mi lento avance cuando ni siquiera he podido hacerle unos rasguños a uno de ellos, pero sé que si lo logro, ya será un éxito para mí.

Quizás sea un poco desalentador saber que mis esfuerzos no se están multiplicando como lo pensé hace tres días cuando aún me daba ánimos para seguir de pie, pero creo que aún es muy pronto para determinar que no aprenderé nada entre todo esto, más cuando he visto como mi resistencia se vuelve cada día más fuerte no sólo con la temperatura sino con todo el recurso natural que tengo a mi alrededor a pesar de ser escaso.

—Caden, es hora. —Escucho la voz de mi padre.

Suelto un gruñido pero de igual forma, me levanto de mi dura cama que solo se trata de un tapete de mimbre y una almohada muy aplastada de la que me provoca dolores de cuello al no ser funcional; creo que ya me da igual si duermo o no, más cuando todo es incómodo a punto de que intento no pensar en lo bien que me encontraba en mi casa, lo peor de todo, es que no quiero desechar mis esfuerzos ahora que apenas he dado un buen paso, pero si no veo un buen cambio al menos en mi primer mes, creo que comenzaré a desesperarme.

Salgo de la tienda de campaña para caminar detrás de mi padre, quien no ha hecho mucho esfuerzo en la última semana a no ser para darme aliento de seguir dando lo mejor de mí en los entrenamientos, la verdad de esto, no sé ni siquiera cuál es su función o mejor dicho, para que me servirá lo que estoy haciendo cuando en realidad, sé que la última vez que intenté proteger a mi manada lo hice absolutamente mal y caí en una sencilla trampa de la que terminé por arriesgar la vida de muchas familias licántropos, entre ellas, la mía incluida.

—Papá, ¿por qué tú no entrenas? —Le pregunto.

—Me importa más que tú crezcas en conocimiento, estrategia y defensa —mire a una dirección en donde parecía haber una ráfaga de viendo moverse fuerte.

—Lo dices como si me estuvieras preparando para algo muy fuerte —intento descubrir si algo ha pasado para que se lo esté tomando muy enserio.

—Quizás, si lo haya en unos años… No sé —parece corregirse de inmediato para evitar que le pregunte más.

— ¿O lo dices por la noche en que perdimos a más de la mitad de la manada por mi estúpido descuido? —Se pone tenso.

Realmente el tema tampoco ha sido de su agrado cuando ambos observamos como varios guardias tuvieron que juntar la montaña de cadáveres de hombres, mujeres y niños lobos quienes perdieron la vida en esa trágica noche. No fue sencillo ver como sus familiares lloraban su muerte o incluso, nos culparon por no saber cómo estar armados y protegidos ante ataques extremos como aquellos; pero si hubiera sospechado que a ese punto iban a llegar los assasin, podría haber desechado mi ignorancia para haber armado un mejor plan del que protegiera a mi manada.




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