Esta soy yo y ¿qué?

Capitulo 3

Conocer a la tia Maruca fue algo perturbador pero al mismo tiempo entendi que esa mujer menudita y chiquita lo único que deseaba era proteger a Agustina Palacios, en su mirada habia fiereza cómo si ella fuera su cachorrita y estuviera bajó amenaza.

La mujer estaba en el umbral de la puerta, con grandes rollos en su cabeza, lentes de pasta que descansaban en la punta de su nariz, un gran delantal que rodeaba su minuscula cintura. Sus manos estaban dentro de las bolsas del delantal.

— ¿Tú quién eres? — su mirada me recorrió de la cabeza a los pies, su ceja enarcada no descansaba.

— tia Maruca, él es Alejandro Blanco, fue quién me llevó al hospital por la intoxicación por el alimento que comí— mi mirada se desvío de la tia Maruca para posarme en Agustina ¿No le dijo la verdad? Creó ella sentia mi mirada sobre ella por que se negó a mirarme... bueno ni a la tia Maruca, ya que no dejaba de mirar el suelo.

— eso fue ayer ¿Y hoy?

— señora Maruca, si yo la llevé al hospital, era mi obligación ir a traerla.

— pasa Alejandro — indicó Agustina pero la tia Maruca no se mueve — ¿Algún problema tia?

— tú padre está aquí — Agustina miró preocupada a su tia — ¿Qué explicación le darás de este señor Pinto?

— Blanco — pero la señora Maruca no prestó atención — debo irme, Agustina que te mejores.

— nada — me responde su tia — usted señor Pinto no va a ningún lado — se acerca y sujeta la manga de mi camisa — vamos.

— lo siento — susurra Agustina, mientras entramos al interior de la casa.

Soy llevado casi a rastras a una pequeña sala pero muy limpia donde está sentado un señor alto, de bigote.

Al vernos entrar, se pone de pie al ver a Agustina, corre hacia ella y la abraza fuerte.

— mi pastelito — escuchó a Agustina llorar en los brazos de su padre, tia Maruca estaba sonando su nariz. Al poco rato que pasa el momento emotivo, se separa el padre y me mira.

— papá, él es Alejandro Blanco, él me llevó al hospital y hoy me trajo a casa.

— muy agradecido señor Blanco por haber ayudado a mi hija — el señor Palacios era alguien muy educado, buena gente — mi nombre es Ricardo Palacios, sientese. Mi querida Maruca ¿Nos puedes regalar una limonada?

La señora Maruca sale apresurada a la cocina.

— ve a darte un baño pastelito — su padre le indicó a Agustina, quién rápidamente obedeció.

Cuándo nos quedamos solos, su padre se quitó la gorra que usaba y me miró de una manera penetrante.

— ¿Qué pasó ayer? Quiero que sepa que yo adoro a mi hija y la conozco muy bien, no ha dejado de estrujarse las manos y de morder su labio. Por favor digame que pasó con mi hija.

Miró mis manos y estoy pensando que hacer pero también pienso que su familia debia saber lo que realmente pasó, asi que empece a contarle a don Ricardo desde que sali en ayuda a su amiga hasta la conversación que tuve con el medico.

Don Ricardo saca su pañuelo y seca sus lágrimas.

— ¿Nadie la quizo ayudar? — su voz se quiebra y siento pena por el dolor de don Ricardo — que cruel es la gente con mi hija, ella es buena muchacha, alguien que ayuda con lo que puede.

— no lo dudo don Ricardo, el asunto es que Agustina debe ir al psicólogo.

— ¿Yo debo ir? Estaré viajando una vez a la semana del pueblo hacia la ciudad.

Mire a ese hombre que amaba a su hija, hice calculos mentales y me di cuenta que gastaria una fuerte cantidad en movilizarse a la ciudad.

— ¿Tiene auto?

— vendí mi vieja ford — baja la voz — estos seis meses han sido muy duros en las Flores, tenemos poca clientela.

— ¿Pasó algo? — él se encoge de hombros.

— me negue a venderle a ciertos vecinos — se encoge de hombros — asi que se sienten insultados.

— pero si no tenia el producto.

Suelta una carcajada muy alegre.

— claro que tenia — seca sus ojos — mi pastelito es mi tesoro y lo defiendo con uñas y dientes.

— ¿Le hicieron algo a Agustina?— él asiente.

— aquí está la limonada — tia Maruca entra con una bandeja llevando una jarra — está recien hecha.

— ¿Me puede regalar un poco mas de hielo? — la tia Maruca me lanza una mirada de pocos amigos pero se dirige a buscar el hielo — yo acompañare a Agustina al psicólogo, si las cosas no están bien en su negocio, debe cuidar cada centavo.

— pero no es su obligación — sonrió.

— no lo es pero tenga una deuda con el destino, asi que ayudaré a Agustina en lo que pueda.

— gracias Sr. Alejandro

— digame Alejo.

— Aquí está su hielo señor Pinto.

Agus

Mis ojos recorren mi cuerpo a través del espejo, siento ganas de llorar al ver mis grandes pechos, mis anchas caderas y mis gruesas piernas.

La semana que estuve a dieta no contribuyó en nada. Con tristeza me dirijo al armario y saco una blusa que era dos tallas mas grande para ocultar mis grandes pechos, los pantalones jeans que tambien era dos tallas más grande. Me avergonzaba de mi cuerpo, trataba de esconder mi enorme trasero.




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