El verano que nos separó

13. Especial.

Tomó de las manos de ella aquel trozo de tostón con queso que aún quedaba. La joven bailaba en su lugar, ya algo secos, pero se veían bien bronceados debido al sol, que, pese a lo nublado del día, continuaba haciendo su trabajo para volverlos pequeños camarones. La lancha volvió por ellos a la hora indicada y nuevamente se vieron en San Juan del Sur buscando dónde almorzar.

Él complació a la pelirroja, que tomaba de su Coca-Cola en botella, moviéndose al ritmo de la música que se veía en los televisores del lugar. Se encontraban en uno de esos restaurantes cercanos a la playa, uno de los más grandes y famosos también de la zona, pero en ese momento estaba un poco vacío.

Claro que él sabía que la mayoría de extranjeros que habían quedado eran mochileros que preferían ahorrar para sus nuevas aventuras que almorzar en restaurantes. Pero bueno, él tenía una tarjeta aún sin límites con la que complacería ese día y todos los que faltaban a la pelirroja, que le amplió la sonrisa y lo hizo gozar cuando llegaron finalmente los cócteles.

Él prefirió un ceviche mixto y ella, con su copa alta de cóctel de camarones, agradeció al mesero que les había atendido. Claro que Asher notó la sonrisita que el mesero, mucho mayor que Catalina, le dio a ella, por lo que sobre la mesa le agarró la mano para marcar un poco el territorio. Cuando ella volteó a verlo, él solo estaba serio y con la mandíbula apretada.

—¿Qué sucede? ¿Por qué cambiaste la expresión? 

—Ese idiota te estaba sonriendo —lo buscó en el área del bar, donde se había reunido con sus compañeros—. Te lleva como diez años, el muy imbécil.

La chica apenas miró al mesero, pero luego se acomodó para darle un beso en la mejilla a ese Asher que suspiró.

—Déjalos, aquí tienen serios problemas para respetar las edades —él volteó a verla con el ceño fruncido, pero ella solo suspiró buscando cómo echarle limón a su plato—. No es bonito decirlo y sé que está mal, pero en lugares como estos es normal que un hombre de esa edad no solo corteje a alguien de mi edad, sino que incluso tenga algo con ella —Asher arrugó la nariz—. Lo sé, es asqueroso y realmente es ilegal, pero en muchas ocasiones hasta los padres lo consienten y para muchos, si la chica dijo que sí, no hay delito como tal.

—Pero ese tipo es un hombre, o sea, no tiene ningún sentido que salga con una jovencita.

—No, no lo tiene, pero eso a ellos no les importa. Lo que quieren es como la fantasía de salir con alguien así de menor. Además, para muchas es deslumbrante la idea de que un hombre mayor te corteje y más si se pinta como alguien independiente y bueno —se encogió de hombros—. La verdad es que es triste que muchas prefieran irse con un tipo apenas conocido que continuar en su casa.

—¿Tú te sientes así?

—No, no, claro que no, y mi madre moriría si le digo que un tipo de treinta años me anda cortejando. Estoy segura de que iría a buscarlo con algún cucharón para darle —Asher se puso a reír, ella de inmediato lo acompañó—. Pero lo sé porque lo he visto; una de mis primas se casó con un hombre que le lleva quince años —él abrió grandes ojos—. Esperaron a que ella cumpliera los dieciocho para poder anunciar su noviazgo, y a los diecinueve se casó con él. Unos meses después nos dijo que esperaba un hijo —miró su cóctel, pero tomó de su Coca-Cola—. La verdad es que ella tenía muchos problemas con sus padres, con mi tío y su esposa, que era madrastra de mi prima. Al parecer, a la señora no le gustaba e insinuaba que mi prima se quería meter con su hijo. Es todo un enredo, pero al final, mi prima prefirió irse con ese señor que seguir en su casa.

—¿Y tu tío no hizo nada? ¿Estuvo de acuerdo?

—Sí, el señor tiene un restaurante pequeño en la costa de Marsella, y cuida una casa también. Ellos viven ahí, en la propiedad de esa casa de un político —indicó Catalina, viéndolo a los ojos—. Así que para mi tío, su hija lo hizo bien, y el día de la boda, porque hicieron fiesta y todo, escuché a esa señora decir que era una boca menos que alimentar.

—Eso está muy mal.

Ella solo asintió, comiendo al fin de su cóctel, pero Asher la miró con atención cuando la dulce Catalina acomodó el segundo en una galleta salada que habían puesto para acompañar su comida. Se comió también ese antes de continuar hablando, tomando un poco de su bebida.

—A veces siento que solo mi madre tiene un pensamiento diferente —indicó—, y no sé si es porque nos relacionamos con ustedes, lo cual al final no tiene mucho sentido porque la mayoría de mis tíos también trabajan con ustedes. Pero mamá siempre me dijo: primero tus estudios, tu crecimiento personal, tu preparación, y luego el amor que venga debe ser bueno para ti, ayudarte a ser mejor cada día —la joven lo miró unos segundos—. Imagino que se va a desmayar cuando le diga de lo que tenemos.

Los dos se pusieron a reír. Asher la vio curiosa cuando tomó un trozo de pescado de su ceviche, así que no dudó en llevarlo a la boca de ella. Siempre ha sabido que Catalina era de buen comer y le gustaba explorar sabores en la cocina.

—Está muy rico.

—Sí, lo está. ¿El tuyo también?

—Sí —la vio contando los camarones, pero cuando él se puso a reír, la pelirroja se ruborizó—. Es que no me dieron tantos camarones para compartirte y tengo hambre.

—No te preocupes, come tranquila —cuando la vio finalmente acomodando uno en una galleta, solo negó—. En serio, Cata, come, no hay problema.




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