El verano que nos separó

10. Desayuno.

Cuando vio ese cabello rojizo entre los demás, no dudó en bajar de la habitación e ir por ella. El tiempo había corrido en esa casa de playa y, aunque es posible que muchas de las cosas emocionantes ya se hubieran hecho en esas dos semanas que habían pasado desde que llegaron, él había pasado un tiempo tan especial y agradable con la pelirroja que dibujó una amplia sonrisa para él.

Sin dudarlo, se acomodó ese collar de pequeñas cuentas que ella le obsequió hace unos días y avanzó saludando a los tíos y tías de esa Catalina que se quedó a unos pasos de la entrada, solo viendo a su madre quien con una sola mirada le indicó que tuviera cuidado. 

%□Concepción pasó saludando a Asher con una dulce sonrisa y solo suspiró cuando pasó al interior de la casa.

—Buenos días —saludó el chico.

—Buenos días —respondió la joven acomodando su mochila hacia el frente y de la misma sacó algunas prendas que en esas escapadas a la playa él le había prestado—. Ya están lavadas y planchadas —indicó poniendo las mismas en la mano de Asher.

—Oh, qué bien, pero no te hubieras molestado —dio un paso más hacia ella—. En realidad, si las querías te las puedes quedar, me dijiste que el suéter te había gustado esa noche —ella tomó con una sonrisa la sudadera que él le regresó— y esta camisa te quedaba bonita —le dio la misma.

La risita en Catalina fue inmediata, solo guardando de nuevo las prendas en su mochila. Cuando miró a Asher a los ojos, le sonrió de manera suave y tras un suspiro buscó el interior de la casa, así que él la siguió. Han tenido días especiales, él siempre pasa tras ella como un pequeño cachorro perdido y su carcajada solo se escucha cuando está con ella.

Se han escapado casi siempre cuando Catalina termina de ayudar a su madre o cumple las indicaciones que le da la señora Slate, pero los jóvenes han aprovechado para conocer las playas, han ido a cenar en dos ocasiones más luego de esa primera cita que tuvieron en la pizzería que, si fue del agrado de ambos, aunque sintieron un poco pequeñas las porciones para el precio de las mismas.

Fue una noche especial que ella recuerda con mucho cariño. Después de la pizza, caminaron por el pueblo y luego por la costa descalzos. Hablaron mucho, pero nunca se volvió a tocar el tema de los padres de Asher, de Neva queriendo primero algo con él o de eso que lo llevó a un hospital de emergencia donde le hicieron un lavado gástrico y luego a las terapias que aún lleva.

Un poco después de las diez de la noche, fue dejada en la entrada de esa pequeña colonia y ese beso en la mejilla que Asher recibió fue como el broche de oro perfecto para esa cita, porque a sus ojos esa y las siguientes siguen siendo realmente una cita.

Él disfrutaba muchísimo el tiempo que pasaba con ella y es que de alguna manera sentía que con Catalina podía ser el mismo, porque sabe bien que ella lo es con él. Había una conexión que era única, muy cálida en realidad y le agradaba saber que ella no cambiaba de la noche a la mañana con él.

—Mira lo que encontré —después de acomodarse el mandil, Catalina miró el celular de Asher—. Lo están ofreciendo aún, ya consulté y podemos tomarlo juntos.

—¿Quieres que me suba a esa cosa?

—Vamos, será divertido. El equipo llega a las diez —ella se puso a reír—. Podemos hacerlo y luego almorzamos en la costa y caminamos por el pueblo. Llevaré más dinero para comprarte esas pulseras que quieres.

La sonrisa en Catalina fue dulce, pero suspiró cuando vio a la señora Julianne salir hacia el patio con su taza de café. Apenas eran las siete de la mañana, y porque era sábado, habían llegado un poco más tarde de lo habitual, pero ella sabía que tenía cosas que hacer y su madre le había pedido ser un poco más cuidadosa y discreta con su relación con Asher.

Catalina no quería pensar que alguno de los Slate pueda dudar de su posición como amiga de Asher, ni mucho menos que sienta que ella no merece de ninguna manera continuar compartiendo con él, pero si su madre se lo ha advertido es por algo. Cuando se encontró con esos azules ojos en un Asher ya más bronceado, solo suspiró.

—Debo ayudar a mi madre a hacer el desayuno —indicó suave, buscando el interior de la casa, pero él la retuvo del brazo.

—Le puedo pedir permiso yo, para que vayamos, si te da como pena o miedo decirle.

—No, no, mi madre no me da miedo —fue delicada y sincera—. En realidad es la idea de que otras personas piensen que me aprovecho de ti —Asher frunció el ceño—, como mi amigo —sin dudarlo, se acercó a ella a quien le elevó el rostro desde el mentón—. Compras cosas para mí, pagas nuestras salidas...

—Citas —él cortó con firmeza la idea de la joven—. Hemos tenido citas, Catalina, y cada una ha sido especial. Pago porque es lo correcto, porque esos planes yo los hice y no me parece en lo absoluto que tú saques tu dinero en lo mismo cuando yo lo puedo cubrir sin problemas. Mis abuelos me mandaron algo de dinero para mi cumpleaños porque no pudieron llegar —le llevó un mechón tras la oreja— y la ventaja de tu país es que podemos hacer muchísimo con solo cien dólares, algo que no puedo decir del mío.

La risita en ella fue dulce, pero solo negó ante él.

—Deja de pensar en lo que otras personas dicen, ni siquiera sabemos si es cierto eso —fue seguro con ella—. Además, los dos ya tenemos un objetivo para este verano, ¿no?




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