El Secuestro de Ivette

Capítulo 41.1

Alessandro y Alessio estaban en la puerta esperando  a los demás jefes, Dominico llego sin su hijo y fue extraño, sin embargo nadie dijo nada. Todos esperaban pacientes hasta las cuatro de la tarde cuando apareció el ultimo Jeep, a medias se podía vislumbrar a Dominic,  pero no se podía ver quien iba conduciendo, por algún motivo extraño el corazón de Alessio se acelero precipitadamente. 

Él pensó que eran las medicinas que estaba tomando en ese momento, su brazo seguía mucho mejor, pero había perdido mucha sangre; la improvisada curación que le habían hecho básicamente le salvo el brazo, y tal vez, la vida.

Seguía pensando una y otra vez sobre el chico que lo había sacado de aquel lugar, tenía muchas preguntas, pero nadie que se las respondiera. Se sentía frustrado y agradecido a partes iguales, y de vez en cuando, cuando escuchaba a su subconsciente estaba seguro de que ese chico era James, mas no quería admitirlo, porque entonces tendría que admitir que Ivette también estaba en Italia y que él no lo sabía.

—Alessio  —Dominic se acerco al grupo y saludos a todos los presentes con un movimiento de cabeza, se acerco a donde estaba Alessio —, veo que estas muy... bien.

—Demasiado para tu gusto, ¿no? —Alessio y Dominic compartían  una aversión nacida de quien sabe donde, nunca estuvieron lo suficiente cerca como para hacerse daño y aun así se odiaban, mas bien, se tenían cierto desagrado injustificable.

—Tal vez —murmuro Dominic sentándose al lado de su padre, no lo miro, tenia claro que preguntaría quien lo había llevado y era muy probable que se armara una buena. Retrasaría ese momento todo lo que pudiera.

La reunión duro una hora exacta, se discutió sobre todo y sobre nada. Todos tenían un punto en común: querían atacar, también tenían un problema en común: ¿a quién? 

¿Empezarían a atacarse a si mismos?, ¿atacarían unos a otros?

Era absurdo, y todos los sabían.

El timbre de la casa sonó, un hombre moreno de casi dos metros estaba parado del otro lado de la verja con una caja rosa pequeña en la mano. Toco el timbre tres veces, todos fueron cortas y espero hasta que le recibieran. Minutos después aparecieron dos hombres que lo llevaron dentro. El silencio que se formo, fue avasallador. El misterioso hombre tampoco dijo nada, y menos se dejo intimidar por la cantidad de armas o por las caras amenazadoras.

—Les envía saludos Colombo —La voz del extraño sonaba profunda y siniestra, tendió la caja y dio media vuelta para irse.

—¿A dónde crees que vas? —La voz de Alessandro fue suave, pero firme en medio del silencio.

Él era el mayor de los Ricci, sin embargo no había tenido que quedarse dirigiendo el negocio familiar porque para Alessio aquella era su vida, solo se había quedado en las sombras, detrás de bambalinas, siempre cuidadnos de Alessio. Su hermano menor.

—Yo me voy —El extraño no sentía miedo alguno —, mas por su bien que por el mío. —Aclaro sin mirar a nadie en particular. Encontraba aquella escena divertida.

—¿Por nuestro bien?  —pregunto Dominico sin creer lo que estaba escuchando.

Sonrió de medio lado antes de contestar —: Ustedes solo podrán torturarme , machacar mi cuerpo hasta que finalmente se den cuenta que no soy nada útil y luego me matarán.

—Al parecer, piensas que eso no es suficiente.

—El cuerpo se arma o se destruye, pero el alma seguirá siendo mía, en cambio Colombo les destrozará la mente y el espíritu, todo aquello que estan absolutamente seguros que no se les puede quitar. Él se los quitará.

La tensión se podía sentir en cada uno de ellos. Cada milímetro de carne lo sentía, cada bello estaba erizado, hasta sus almas, los que aun poseían, se sentían inquieta.

—Vete —Alessio fue quien dio la orden.

Últimamente sabía mucho sobre perder, aunque no estaba seguro de lo que tenia, no quería darse cuenta luego de perderlo. Ya estaba saturado de perder o de sencillamente no ganar.

Fueron momentos tensos, hasta que uno de ellos, Alessandro, decidió abrir la pequeña caja, dentro de esta había una carta en papel rosado, perfumado con lo que dedujeron, perfume de mujer.

 

Mas si engendraré hijo ladrón, derramador de sangre, o que haga algunas cosas de éstas, y que no haga las otras, sino que comiere sobre los montes, o violara mujer de su prójimo, al pobre y menesteroso oprimiere, cometiere robos, no devolviere las prenda o alzare sus ojos a los ídolos e hiciere abominación,  prestare a interés e hiciera usura; ¿vivirá este? No vivirá. Todas estas cosas abominaciones hizo; de cierto morirá, su sangre será sobre él.

            Ezequiel:  10-13. RV

 

Las uñas retumbaban en el manubrio una y otra vez, la paciencia se le estaba agotando. Empezó a maquinar mil maneras de entrar en aquella casa sin ser descubierta y sacar a su hombre.  Antes de caer totalmente en la desesperación vio como salía, se le podía distinguir incluso a la distancia a la que estaba. Era alto, moreno y fuerte.

Básicamente imposible que pasara desapercibido en cualquier lado.

La puerta cerrándose fue música para sus oídos, no movió la mirada del frente y solo cuando se aseguro de que nadie le había seguido encendió el coche y se marcho. Fueron unos minutos de un silencio cómodo, el chico encendió la radio y tarareo Shake it of que en ese momento se acababa.

—¿Qué paso dentro? —pregunto deteniéndose en un semáforo.

—Aun creen que pueden con todo, pero no estan tan seguros como meses atrás —comento cambiando de emisora.

—Nada premia mas que la paciencia y la venganza. —Una sonrisa se dibujo sobre sus labios — Ahora esperaremos que los últimos fragmentos de su seguridad caigan.

—Sera peligroso —Él la miro de soslayo.

—Siempre ha sido peligro —Detuvo el coche frente a un bar —, pero ahora nosotros somos el peligro.



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En el texto hay: secuestro, escapes, amor pasion

Editado: 16.04.2024

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