El Juego Maldito (Ñahui)

Reinicia El Juego

REINICIA EL JUEGO

La penumbra no deja nada a la vista, la luz de la luna ilumina el cielo y el silencio del bosque hace que los presentes empiecen a tiritar de miedo. Augusto se encargó de prender cinco antorchas de fuego que trago consigo, había montado un equipo de grabación muy grande, que dejó asombrados a todo el mundo, la mayoría sería video grabado y llevado como pruebas para situaciones futuras.

2:47 a.m.

Marcan los relojes de todos.

Las brujas comienzan por sacar de inmediato todos los instrumentos que serán usados para el ritual. La regordeta Marciala saca de su bolso tres velas de tres colores diferentes: una negra, otra roja y una morada.

La bruja Adalgisa saca un triángulo de madera, un vaso de madera y una tela negra. Coloca el mantel negro sobre el suelo, tras de este está escrito con tinta roja, las palabras «SUTIN» y justo al lado, «ÑAHUI», el mantel queda desplegado y sobre este lo coloca al triangulo. En el vaso de madera, Tábata coloca las tablillas para el juego.

Se encienden las velas y cada una de las chicas se coloca entre medio de estas.

2:53 a.m.

La bruja Adalgisa desenvaina una pequeña daga de mango rojo y de hoja filosa, casi podían sentir que corta diamantes. Se la pasa a Jeanine, quien será la primera en cortarse.

—Muy bien, nos quedan pocos minutos para empezar el juego. Quedan por sobre aviso mis recomendaciones, en el instante que el juego inicie, tendremos que cerrarlo —se acerca a los cuatro hombres y los mira con rudeza —. Su entrega en esta situación será necesaria, porque serán los únicos que podrán ayudarnos, su función es de mantener cualquier cosa a raya, no importa qué sea, alejen a todo ser del juego —con movimientos pesados se acerca a las chicas, con un objeto de cristal con sal dentro—. Esto es para ustedes. No importa que vean, que escuchen, que suceda, el diablo tienta de diferentes formas y lo va a hacer, crean eso. No caigan, y cierren el juego lo más pronto posible. Ya lo expliqué, será rápido.

La mujer se mueve por todo el lugar, mientras la gorda Marciala se sacude con fuerza, toma una flauta muy extraña, tiene una sola embocadura, pero dividida en dos cuerpos y los pies de cada cuerpo naciente tenían la figura de un ojo.

La regordeta mujer comienza a soplar y de ahí nace una melodía sinuosa, las chicas y los presentes quedan hipnotizados por el baile sobre las hendiduras de los dos cuerpos y el sonido que es relajante.

2:58 a.m.

Las chicas comienzan a pasar la filosa daga por sus manos derechas, cada una deja varias gotas sobre el recipiente, lo sacuden con fuerza, mientras cada una mira los rostros de sus amigas, entonces, lanzan al aire las fichas.

3:30 a. m.

—¿Entramos a tu juego? —proclaman las tres chicas, las tablillas dejan de girar en el aire y caen.

Inicia el juego

«Ari», es la respuesta y en el instante que Jeanine intenta tocar las tablillas, muchas cosas suceden, a lo lejos casi se pueden escuchar como tres trompetazos a kilómetros de distancia, el piso sobre sus pies se vuelve lodo, rayos caen en diferentes secciones y a lo lejos, se pueden ver parados a cientos de entes.

Los cuatro chicos se preparan, y usan palos como instrumentos de ataque y defensa, así como piedras para ser lanzadas. Varios de esos entes corren desesperados –de forma errática– hacia ellos. Harold tumba el cuerpo de un hombre al que le falta un brazo, el señor Manuel derrumba el cuerpo de una mujer sin cabeza, Augusto reparte ciertos palazos a quien se le acerca, mientras Fernando tiembla de miedo.

Los rayos siguen cayendo sobre el lugar.

Esos cuerpos no quieren hacer daño, sino que desean aproximarse al triangulo de madera. Están buscando una forma de salir de ese infierno de bosque verde y la única forma de salir de ahí es escapando por el juego.

Las tres chicas, toman las dos figuras de madera ensangrentadas y las colocan sobre el vaso de madera, listas para hacer le pedido del cierre, entonces, algo sale desde la tierra, varias manos escarban de la tierra que ahora es más afelpada y húmeda.

La lluvia cae precipitadamente.

—¡¿Qué diablos es todo esto?! —grita Mirla, poniéndose de pie.

—¡Ya escuchaste a la bruja! —espeta Jeanine—. Hay que terminar el juego.

Sacude el vaso con fuerza y reza una pequeña oración que desea desde el fondo de su corazón que se cumpla en su totalidad.

—Nosotras deseamos terminar con el-

Más manos salen desde el suelo y sujetan los brazos y piernas de las mujeres. Los gritos son incesantes no solo por el terror, sino también por la fuerza con la que aprietan. Sientes como si esos dedos helados quemaran su piel de lo gélidos que están. Ya no solo hay problemas con contener a los de lejos, sino también a los que salen por debajo de la tierra.

Jeanine queda horrorizada al ver como un cuerpo lánguido y desnutrido sale arrastrándose del suelo, como si este lo hubiera parido. Es un ser horripilante y lleno de sangre, levanta la cabeza y deja ver su rostro.

—¡Voy a llevarlas conmigo al infierno! —grita Cándida

El espectro se mueve por el suelo mediante arrastres, mientras Jeanine corre hacia otra dirección horrorizada. Su rostro es asqueroso y debido al lodo, se ve horripilante.

—¡No, no dejen que toquen el triángulo! —bufa Adalgisa, que toma varios frascos de la mezcla que antes fabricaron para lanzarlos sobre las manos que intentan salir desde el suelo.

El líquido casi funciona como un ácido, quema aquella carne putrefacta y las obliga a desvanecerse, la mujer se mide sola ante todas aquellas manos, mientras la lluvia hace ahogar al par de mujeres que sigue inmóviles sobre aquel lodo.

Jeanine tan solo mira al frente, pero la lluvia le abate la vista y se restriega el rostro como puede. Aquel ser, sigue sobre el piso, con rostro tétrico y con una mirada asesina, posesiva y hambrienta.




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