El aullido: El legado

Piedad

Sam

Luego de 3 horas escuchando sonar mi celular, me digno a mirar quien tiene tanta urgencia de joderme ahora que estoy en lo más profundo de la mierda. Eran llamadas y mensajes, uno de mi madre avisándome que hay pollo en la refri para que coma, y 15 llamadas y 57 mensajes de Narcissa.

NARCISSA: Hey, Sam, ¿estás bien?

NARCISSA: Sami, lo siento mucho, ¿hay algo que pueda hacer?

NARCISSA: Sam por favor háblame.

NARCISSA: ¿Samuel?

NARCISSA: Vale, entiendo, no te preocupes, nos veremos en el funeral

Llamada perdida a las: 6:05 am

NARCISSA: ¿Vas a venir?

NARCISSA: Sam, sé que estás despierto

NARCISSA: Mira, entiendo que quieras estar solo ahora pero por favor solo di algo.

NARCISSA: Ok, ok, no digas nada, pero no hagas ninguna estupidez.

NARCISSA: Samuel, sea lo que sea que se te ocurra hacer, no lo vale, ¿ok?

NARCISSA: La vida sigue, ¿vale? no hagas nada de lo que te arrepientas

Llamada perdida a las: 7:12 am

Llamada perdida a las: 7:18 am

Llamada perdida a las 7:25 am

Llamada perdida a las 7:35 am

NARCISSA: Samuel por favor responde el teléfono

NARCISSA: Sami...sé que estás destrozado...pero por favor no te hundas.

NARCISSA: Tu familia te necesita, Elvira te necesita, Lucy te necesita...yo te necesito...

Llamada perdida a las 8:00 am

Llamada perdida a las 8:20 am

Llamada perdida a las 8:40 am

NARCISSA: Ok, esta bien, vale, ignórame, me da igual, totalmente igual...

Una sonrisa aparece en mis labios ante su repentino cambio de humor. Puedo imaginarme su rostro furioso con lágrimas de cólera y angustia en sus ojos, los brazos puestos en jarra y sentada apoyada en alguna pared, o quizá ya se habrá puesto a fumar en alguna parte. Solo ella y yo sabemos que fuma. Cuando la conocí fumaba mucho, pero la ayudé a que lo fuera dejando, así que ahora solo fuma cuando está ansiosa o angustiada, y por la forma en que escribió los mensajes, ya debió haberse fumado 3 cigarrillos por lo menos. Estoy siendo un imbécil.

Le mando un mensaje de voz a su celular, diciéndole que estoy bien, que no voy a hacer ninguna estupidez, pero que ahora no me apetece hablar, así que yo le hablaría cuando estuviera listo.

Me respondió al cabo de dos minutos con un seco: Ok. Supongo que no puede decirse mucho a una persona rota que no quiere ser reparada.

Salgo únicamente al baño, mientras trato de pensar que haremos Elvira y yo a partir de ahora. Se siente tan irreal, quizá estoy soñando, quizá todo sea una pesadilla, y una broma de mierda de mi cabeza por el estrés de que me provoca el hecho de no haber conseguido encontrar a Tara.

Lo curioso es que si es un sueño...está durando demasiado...

El timbre de la puerta de mi casa suena cuando estoy a punto de encerrarme en mi habitación de nuevo. Mis padres aún no vuelven, así que me toca abrir a mi. Mando por un tubo la idea de por lo menos ponerme ropa limpia y voy con mi pijama, apestando al hedor de no haberme duchado en días.

Si es Narcissa, que se prepare para que también la mande por un tubo a ella, porque no quiero compañía ahora. Es mi penitencia. 

Abro la puerta, entrecerrando los ojos por la claridad de la luz que se abre paso, esperando tener que mirar hacia abajo para encontrarme con el cabello rubio de Narcissa, pero la persona que tengo enfrente, es mucho más alta, musculosa, y masculina.

Alex yace frente a mi, recorriéndome con la mirada con bastante lastima y remordimiento en el rostro. Lo miro totalmente serio. No me sorprende verlo aquí, y tampoco me sorprende encontrarlo solo.

-Déjame adivinar.-le digo.-No te creyó.

 

Alex

Suspiro derrotado.

-No, no lo hizo.

Sam se aparta de la puerta y hace un ademán para dejarme pasar. Paso a su lado, tratando de no poner una mueca por el hedor que llegó a mi nariz en el momento que paso a su lado.

-Me lo suponía.-me comenta, dejándose caer en uno de los sillones, mientras yo lo observo de pie, junto a los escalones, demasiado desanimado como para acomodarme. Se le ve terrible y descuidado. Sus párpados están hinchados y enrojecidos. Está comenzando a crecerle la barba, y por el hedor que sobresale de la tela de su pijama, no se ha duchado en cierto tiempo.-Elvira no es fácil de manejar cuando está enojada. Mucho menos cuando está triste. Ahora mismo...no sé siquiera qué podría estar sintiendo, pero si sé que lo que yo siento, solo son cosquillas a lo que ella siente.

La sensación de culpa que tengo en el pecho desde que Sam llegó diciendo que Tara había muerto, me pincha el corazón como una larga y gruesa aguja.

Cuando me enviaron aquí a asustar a estos simples humanos para que dejaran de indagar muy cerca de nuestra existencia, los creía dos humanos de muchos como los que me he topado anteriormente. Codiciosos, crueles, cobardes...Pero luego...Elvira me secuestró.

Cuando vi a Elvira a los ojos por primera vez, supe que ella era diferente. No sabía de dónde provenía aquel presentimiento, pero su mirada, me hacía sentir un peso en mi pecho agobiante, como si el peso de su terquedad y perseverancia fueran demasiado para mí.

En todo ese tiempo que estuve con ella, con cada comida que me llevaba, con cada palabra que intercabiabamos...me daba cuenta de lo mucho que subestimaba a su especie. Sobre todo con Samuel, que a pesar de tener la mentalidad bastante parecida al resto de cavernícolas con los que he convivido anteriormente, siempre demostró tener un parecido bastante similar en su objetividad en encontrar a Tara Rogers con la de Elvira.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.