El arte de amar.

Capítulo 13

Dolía respirar, era como si mis pulmones estuvieran llenos de agua y a la hora de tratar de tomar aire, aquel líquido se convertía en fuego y quemaba todo lo que yo llevaba adentro dejándome totalmente en cenizas.

Pero debía aguantar y lo sabía perfectamente, no podía hacer ruido, si él nos escuchaba vendría a buscarnos y nos haría mucho daño. Volvería a romper mi muñeca y a reventar mi boca como la vez pasada.

—Está bien cochinita, todo está bien —Mi hermano me había susurrado en el oído mientras me abrazaba más fuerte —Prometo que todo estará bien, no te golpeará de nuevo, no pasará.

Amaba mucho a mi hermano, siempre que papá se molestaba y trataba de golpearme, él me defendía, incluso se escondía conmigo para que yo no tuviera miedo, y casi siempre aquello funcionaba, pero hoy, en aquel momento... Papá sí que estaba enojado por no decir plenamente iracundo, había dañado sin querer uno de sus importantes trabajos de la empresa y sabía que habría consecuencias por mi comportamiento, siempre las había y eso me estaba matando de miedo.

No llores, no llores Isabella —, Blake seguía abrazándome con sus pequeñas manos —. Todo estará bien, yo te protegeré.

—Él dijo que me iba a arrepentir por haber nacido —Susurré entre sollozos.

—Bobadas —mi hermano trató de abrir un poco la puerta del armario en donde estábamos escondidos para ver adentro, cuando de repente escuchamos pasos y la voz del monstruo que vivía en mis pesadillas. —Shhh —susurró Blake.

Isabella ven ahora aquí, maldita mocosa —Gritó mi padre ferozmente haciendo que mi cuerpo temblara aún más —Si no sales ahora mismo, te va a ir peor —, Siguió advirtiendo, y él no paró de gritar por otra hora seguida hasta que después no hubo nada más, de repente no se escuchó absolutamente nada y eso me dio mucho más miedo que los gritos del monstruo.

—Creo que podemos salir —Susurró Blake de repente después de tanta calma.

—Blake... — En ese momento yo estaba por decirle que no, que todavía estaba muy asustada para salir, cuando de repente las puertas del viejo closet gris se abrieron y entonces, ahí estaba él; alto, con su cabello rubio, cara furiosa y una correa de cuero gigante.

—Te encontré —Había dicho el hombre que se hacía pasar por mi padre, y esas palabras habían sonado crueles, pero no fueron ni la mitad de malas en comparación a la golpiza tan brutal que recibí aquella noche.

Una golpiza que me dejó semanas en cama y años con traumas. 

***

Un jadeo de terror salió de mí, mientras me sentaba apresuradamente en la cama y trataba de respirar por encima de la histeria tan terrorífica que me estaba azotando. Con gran desespero busqué heridas y sangre por toda mi piel, pero no hallé nada aparte de sudor y miedo, mucho miedo.

Fue una pesadilla, había estado sumergida en un recuerdo que a la misma vez era una pesadilla, y debía entender que estaba bien, no había espacio para mas miedo, no tenía que llorar, todo iba a estar bien, siempre lo estaba.

No sé cuanto tiempo estuve sentada en la oscuridad abrazando mis rodillas e intentado controlar el dolor mental y físico que tenía en ese instante, traté de arrullarme con el ruido de la gran tormenta que estaba cayendo en ese momento, pero no me sirvió nada, mi mente volvió una y otra vez a aquella noche con mi padre y mi hermano, y no logré recordar muchas cosas después de la golpiza, era como si mi mente estuviera omitiendo recuerdos de manera deliberada. 

—Mi hermano… —Susurré y comencé a llorar sin poder evitarlo.

Él me había defendido ese día, había intentado hacerlo, pero no pudo, mi padre jamás dejaba que nadie se interpusiera entre él, su ira y yo.

La tormenta en algún momento se volvió más potente y escuché rayos caer por todas partes, quise controlar mis miedos, pero no pude, hubo un momento en donde no aguanté más y simplemente tuve que huir de mi habitación e ir corriendo a la de Ian.

Yo no sabía porque lo estaba buscando a él, o quizá sí, yo necesitaba su presencia para lograr tranquilizarme, y cuando entré a su habitación para llamarlo, lo encontré durmiendo plácidamente con una de sus ventanas abiertas mientras que la brisa de la fuerte lluvia le caía por todas partes.

¿No tenía frío? ¿No lo sentía? ¿No se congelaba?

—Ian —lo llamé con suavidad no queriendo asustarlo.

Él no se movió ni un poco, y me sentí algo avergonzada por estar molestándolo a aquellas horas.

—Ian— susurré y mi voz se quebró cuando más lagrimas cayeron.

Toqué un poco la espalda desnuda del pelinegro cuando continuó dormido.

—¿Ian puedes despertar? —pregunté con urgencia—, necesito hacer algo, necesito a mi hermano.

En algún punto comencé a llorar aun más sin poder detenerme.

—¿Is? —preguntó él en la oscuridad cuando logró escucharme—, ¿Qué pasa Isabella? ¿Estás llorando? ¿Qué sucede?

Ian se sentó deprisa y lo vi encender la lampara con rapidez.

—¿Is? —Volvió a llamarme cuando fue capaz de verme con nitidez.

—Necesito irme, quiero ir—. Susurré temblando por el frío que se estaba filtrando en la habitación.

Los ojos azules de él dieron con los míos, y había mucha preocupación en aquellos.

—¿Ir a dónde? —quiso saber, y comenzó a levantarse para llegar a mi lado como tal—. ¿Qué esta mal, nena? ¿Te duele algo? ¿Qué es?

Negué en silencio con labios temblorosos.

—Mírame y habla conmigo, Isabella —pidió con amabilidad—. Dime que pasa y yo te ayudaré.

—Quiero ir con Blake.

—¿Tu hermano? —preguntó incrédulo.

Asentí y él terminó de acercarse a mí.

—Tuve una pesadilla horrible o más bien un recuerdo, algo así —susurré, — necesito hablar con Blake y… —Comencé a llorar de nuevo como una condenada magdalena—. Quiero verlo porque estoy aterrada.




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