Dime que te quedarás (amor a lo Escocés #1)

Capitulo 46: Búsqueda Implacable

Dolía

Todo dentro de mí dolía, mi corazón había sido arrancado, mi cerebro paralizado, mi estómago estaba aplastado y mis pulmones se habían dañado. Mi alma, tan solo unas horas atrás tan llena y completa había sido pulverizada.

Me había quedado vacía. ¿Cómo recuperas la luz después de haber apagado al sol?

No logré completar una nueva acción después de que él abandonó la habitación, me refugié en las cobijas sin poder apartar el frío. Un terremoto sin fin sacudía mi cuerpo, una represa se desbordaba por mis ojos. Sentí una caricia, un abrazo. Sentí un cuerpo cálido, pero no lo suficientemente, abrigarme. Escuché como me susurraba que todo iba a estar bien y de verdad quise creerle.

Me pregunté si estaba tomando la decisión correcta, puede que lo haya dicho en voz alta pero nunca escuché una respuesta

Tan sabia como era, incluso ella no tenía una respuesta esta vez

Me rompí y pensé que quizá nunca lograría reconstruirme. Nos había roto a los dos.

Nancy me cuidó y me abrazó y no se apartó de mí hasta que la represa se vació, hasta que el agua se secó. Hasta que no quedó nada ahí. Solo la promesa de una tierra fértil donde quizá, una nueva vegetación crecería.

Me aferré a esa promesa, me aferré a esa esperanza hasta que la convertí en verdad.

Cuando desperté Nancy había desaparecido pero mis maletas milagrosamente estaban llenas y cerradas, aguardando en un esquina. La habitación que había sido mía ahora solo estaba vacía, impersonal. Limpia, completa y arreglada.

Tan diferente a mí.

Me recosté de nuevo en la cama sin fuerzas para levantarme, la cabeza me dolía tanto que creí que iba explotar, estaba segura de mis ojos estaban hinchados. Si hubiese tenido más lágrimas para botar lo hubiese hecho al notar que era la primera noche en días que no pasaba a su lado. 

Que extrañaba su olor y su calor junto a mí. Que iba a extrañar como el infierno abrir los ojos y encontrarlo ahí, frente a mí.

Mío.

Otra pieza cayó al recordarme que él ya no lo era. Así era como tenía que ser y ninguno de los dos podía hacer nada para evitarlo.

Decían que una separación duele más cuando no es por falta de amor, yo siempre pensé ¿si hay amor entonces cómo? ¿Cómo puede acabar una relación? La triste ingenuidad de una niña que cree en cuentos de hadas. La triste certeza de un amor que no pudo ser. Esperaba que él lo entendiera, realmente lo esperaba, sin embargo no pude evitar sentirme como la villana en esta historia.

Miré al reloj, sorprendentemente me las había arreglado para dormir hasta el mediodía... Mi último día en Escocia, las vacaciones habían terminado y mañana un avión aguardaba por mí. Muchas personas aguardaban por mí, me repetí. Y por un minuto pude sentir que una pieza perdida de mi corazón volvía a su lugar.

¿Cuánto trabajo me costaría reconstruirlo? No lo sabía pero dudaba que algún día pudiera volver a ser el mismo, esperaba que él si lo lograra. Esperaba que algún día me perdonara.

En una noche había estado en la gloria, en una noche, había dejado de ser un solo ser para convertirme en dos. En una noche yo había dejado de ser yo y él había dejado de ser él. Habíamos sido los dos juntos... En la otra, la gloria se había extinguido, la magia que me había acaparado se había acabado, escapado, nuestras almas se habían separado y en el proceso, destrozado. Había restos esparcidos por todas partes. Restos de él, restos de mí... antes tan compenetrados que ahora dudaba cuales eran suyos y cuales verdaderamente míos. ¿Cuantos restos míos se habían quedado con él?

Supongo que solo lo sabría al intentar juntar las piezas que quedaban. Quizá sería más difícil de lo que pensé.

Escuché pasos acercándose y pensé en hacerme la dormida, no tenía ánimos ni fuerza para hablar o ver a alguien pero otra vez, Nancy no se lo merecía. No después de haberme apoyado durante toda la noche, no después de haber acomodado todo por mí sabiendo lo doloroso que sería para mí terminar de hacerlo.

Nancy entró en la habitación, cargando consigo una pequeña bandeja con el desayuno y una taza de té... Forcé una sonrisa que hizo doler mis mejillas

― Que bueno que estés despierta cariño ―dijo al verme― estaba por despertarte; Sé que es la hora del almuerzo pero pensé que no ibas a tener mucha hambre, sin embargo tienes que comer algo.

Suspiré, sabiendo que ella tenía razón

― Gracias ―me costó construir un sonido y cuando lo logré, mi voz sonó ronca, resultado de una noche entera llorando

Nancy se sentó en la cama junto a mí, y examinó mi rostro, la compasión brilló 

― ¿Cómo te sientes? Porque debo decirlo Fabiola, luces como el infierno.



#61 en Joven Adulto
#1676 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 13.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.