Demons (libro 3. Batalla Final)

Batalla final

Mientras todo aquel desastre tenía lugar, los shedims y los que seguían presentándoles batalla, habían notado lo que los otros no, y era que los Guardianes habían hecho acto de presencia, algo más bien normal dada la magnitud de lo que estaba sucediendo, de modo que Mikha se había ido derecho a ensartar a Satanel mientras los demás se las veían con los shedims de la jerarquía mayor, algo afortunado, porque cuando Heylel exteriorizó su ira y su dolor, los descendientes quedaron momentáneamente inhabilitados, y les habría ido muy mal a los que estaban cerca de algún shedim de la jerarquía mayor. Aunque salvar descendientes no era la intención de los Guardianes, los caídos que seguían en la lucha, agradecieron por primera vez su aparición, pues estaban conscientes de lo peligroso de la situación.

 

No obstante, la explosión de Heylel los paralizó por un momento haciendo que Mikhalyáh y Yibril intentasen ubicar al caído, y hasta Satanael pareció identificar la ira en el individuo y se descuidó dándole a Sariel la oportunidad de causarle una horrorosa herida, porque a diferencia de Mikahlyáh, Sariel estaba bastante seguro de a qué obedecía aquel grito, y, aunque sintió el terrible dolor y la ira de Heylel, él seguía pensando en lo dicho por Lil:

 

  • … debo morir para que Satanel se debilite…

 

Si bien los descendientes sabían que sus tímpanos se regenerarían con rapidez, era inevitable el dolor y de hecho algunos estaban sangrando, pero independientemente de cuál fuese la situación de cada uno, suspendieron las respiraciones al ver a Heylel. Una vez que Kellen había desaparecido con Lil, y que Heylel había dejado de gritar. Noah colocó una mano en su hombro.

 

  • Lo lamento hermano, pero…

 

El pero fuera el que fuere, no tendría ocasión de expresarlo, porque Heylel lo apartó y todos vieron como si hubiese estallado una bomba; el suelo se estremeció y un resplandor muy diferente al que había emitido Kellen, estalló en el lugar y todo comenzó a arder, de modo que los que estaban más cerca tuvieron que moverse muy de prisa para no ser alcanzados, aunque algunos no lo lograron.

 

A continuación vieron avanzar a Heylel solo unos pasos y seguidamente elevarse hasta alcanzar a Satanael. Mikha intentó interponerse, aunque nadie entendía por qué, pero Sariel pensó que si el necio aquel lo que pretendía era pedir unas explicaciones que lucían absurdas, no pudo irle peor, porque Heylel lo apartó con escasa ceremonia y mucho daño yéndose derecho hacia Satanael.

 

Satanel era muchas cosas pero no estúpido, y llevaba siglos peleándose con aquel sujeto, de modo que creía conocerlo bien, y aunque no hubiese sido así, bastaba con verlo para saber que estaba más allá de la simple ira, de modo que pensó huir, la cuestión fue que por algún motivo no pudo y acto seguido se vio mirando los dos rubíes de odio que lo estaban atravesando.

 

  • Tú no vas a ningún lado, escoria – siseó Heylel y comenzó a sacudirlo

 

Aunque ya llevaban mucho tiempo en aquello, la batalla pareció recrudecerse, así que los descendientes, agotados y todo, se vieron en la necesidad de redoblar sus esfuerzos los que nada sabían, y aquellos que sí, a colocar su dolor en pausa y continuar en la lucha.

 

Usualmente los shedims de la jerarquía menor parecían reproducirse y durante todo el tiempo que durase la batalla y por muchos que mataran, no lograban acabar con todos, pero cuando los de la jerarquía mayor, independientemente de quién estuviese al mando en un determinado enfrentamiento, se marchaban, los menores desaparecían también. Ertael, que era uno de los que odiaba más sinceramente a los bichos, notó algo peculiar, y era que si bien seguía habiendo muchos, el número no parecía ir en aumento y por el contrario parecían menos, así que se apresuró a hacérselo saber a Armeriel, pero como éste no estaba como para ponerse a contar nada, no le prestó mayor atención.

 

Azazyel, un shedim de la jerarquía mayor, y Saraknyel, un caído de los Olam, tenían la misma obsesión. Limeriel. Si bien no era que entendiesen que aquello sucediese con Azazyel, que Saraknyel estuviese en la misma situación, parecía enfermar muy de veras a los caídos y eso incluía a Azrael y a Camel, porque el necio aquel y comportándose del mismo modo que un sucio shedim, como decía Araxiel, había intentado toda clase de trampas, de manera que cuando Saraknyel intentó sorprender a Limeriel por la espalda, se agenció la ira de los dos caídos y de Azazyel, y los descendientes como Daver, Eriael y Armeriel que también lo habían notado, verían con asombro que Camel se enfrascaba en una lucha muy sangrienta con Saraknyel mientras que Azrael lo hacía con Azazyel.

 

Una vez que Haniel había recuperado el dominio de sí, había desatado su ira en contra de todos aquellos que tuvieron la mala fortuna de atravesarse en su camino, pero Deliel se preocupó al verlo enfrentarse a Lilit. Si por regla general Haniel odiaba a todos los shedims, aquella sin duda se llevaba el oro, y de no haberlo sabido, no le quedaría ninguna duda en aquel momento. Sin embargo, Haniel seguía siendo un descendiente y ella una shedim de la jerarquía mayor, de modo que sus compañeros acudieron en su ayuda.




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