De la mentira al amor

Capítulo 11: Prohibido

Emma

No me esperaba este beso, pero ahora no puedo pararlo, nuestras lenguas juegan una con la otra, la boca de Armand se mueve con pasión sobre la mía dejándome sin oxígeno para respirar, aun así, me es imposible no corresponderlo, Armand me enciende de una forma que ningún otro hombre hace, sabe besar demasiado bien como para negarme a sus besos y suspiro cuando su boca abandona la mía, no abro los ojos y puedo sentir su aliento contra el mío, al igual que yo tiene la respiración hecha un desastre, lentamente abro los ojos para toparme con una mirada cargada de deseo, esa que veía siempre que nos besábamos.

—Armand —susurro sin poder dejar de mirar sus ojos

—Creo que nos han hecho ya suficientes fotos —sonríe apartándose de mí y entonces recuerdo el motivo de este beso —Cualquier cosa que necesites me puedes llamar Emma —añade para entonces pasar por mi lado y entrar al auto, yo me alejo de ahí sin mirar atrás sintiendo mis mejillas arder, deben de estar rojas gracias a ese beso.

Le cuento a Julieta todo excepto el beso una vez que está despierta, es horrible ver lo que le han hecho, pero aun así ella no pierde su sonrisa y siempre está pendiente de mí, definitivamente es la hermana que necesitaba, pero que mis padres nunca me dieron.

—Tu plan tiene fallas, Emma —ruedo los ojos, nada de lo que hago, lo haya bien, la miro

—No le veo ninguno, estaremos tres meses en casa de los abuelos de Armand, trabajaré y luego nos iremos con suficiente dinero para montar cualquier negocio y vivir bien el resto de nuestros días —ella sonríe

—Tienes casi dos meses y medio de embarazo —alza una ceja —dentro de muy poco todos van a notar los cambios, ¿qué harás cuando se note el embarazo? ¿Dirás que dejaste de hacer ejercicio y creció tu barriga? —sonrío

—Siempre se te ocurren las mejores ideas amiga mía —rueda los ojos con fastidio

—Emma, puede que Armand se crea esa estupidez, pero no creo que su familia sea tonta —bufo sabiendo que tiene razón

—Ya pensaremos en algo

—¿Pensaremos? —la miro sin dejar mi sonrisa

—¿Qué? ¿Crees que te voy a dejar aquí sola? Tú vienes conmigo Julieta —la señalo —cuidaré de ti en la hacienda y cuando estés bien

—No pienso hacer las tareas por ti —expresa leyendo mis pensamientos y viro los ojos

—Qué mal qué pienses tan mal de mí —ella ríe, ¡maldición! No quiero trabajar en el campo ni atender animales.

El día tan esperado llega y estoy demasiado nerviosa, Armand todavía no llega a por nosotras como dijo que haría y yo aún no he preparado mis cosas, cuando veo a lo lejos su auto sonrío, lo arregló y quedó mejor que antes, debí quemarlo en vez de solo romper el vidrio.

—Debo preparar mis cosas —digo una vez dentro, él niega

—No llevaremos nada, los abuelos ya nos tienen todo lo que necesitamos allá —Julieta y yo nos miramos para luego mirar a Armand.

—Armand necesito mi ropa, es poca, cabe en una maleta, fue lo único que me diste —él ríe

—Emma es parte de la prueba, está prohibido llevar algo —maldigo en voz alta —no te preocupes, los abuelos tienen muy buen gusto —sonríe, yo solo suspiro deseando que así sea bueno, quizás nos sorprenden con bellos vestidos de lujo.

El auto de Armand se detiene a unos metros de la casa, yo bajo de este mientras él ayuda a Julieta a bajar, enarco una ceja mirando a los empleados de sus abuelos, ¡Dios mío! Creo que ya estoy en el paraíso y los ángeles son puro pecado lleno de músculos y con unas miradas que te desnudan, muerdo mi labio inferior mirando a estos y me quito mis gafas de sol.

—Joder —murmuro sin poder contenerme —como están los empleados y no es una pregunta —puedo sentir la mirada de Armand sobre mí —madre mía, de donde tus abuelos sacan a estos dioses griegos —él resopla

—No sé, pero supongo que fue de donde mismo sacaron a las empleadas —lo miro rápido para luego seguir el camino de su mirada hacia unas chicas con uniforme, un uniforme bastante corto y todas están magníficas, ellas saludan a Armand riendo entre sí y toda la calentura de antes se me ha ido de repente.

—Contrólate un poco si? Esto tus abuelos lo hacen a propósito —él me mira

—Contrólate tú que la baba te llega a los pies —miro a Julieta cuando se echa a reír, Armand solo camina hacia la casa y detrás nosotras lo seguimos, mi amiga ya no puede caminar tan rápido como antes, al menos, no por unas semanas.

Al verme la abuela de Armand me abraza mientras ambas sonreímos, ya los hermanos de este están aquí y sus padres también, la mujer deja sus manos en mi rostro.

—Que bella estás Emma —sonrío

—Usted está bella, yo no, me opaca —ella ríe mientras niega, un carraspeo la hace apartarse y entonces veo al hombre en silla de ruedas que me mira con ojos entrecerrados, Ferrán viene hacia mí sin sonreír y se detiene bastante cerca.

—¿Qué? ¿Porque ya estoy viejo no me saludas? —riendo abre sus brazos y lo abrazo, hacía mucho que no los veía, este cuando me separo se queda tomando mis manos.

—Emma, la imagen de mi revista está frente a mí —sonrío un poco —debes firmarme un autógrafo —yo río mientras asiento, mi mirada viaja hacia una niña que está un poco escondida detrás de una pared, pero que su mirada está sobre mí, ella sonríe con timidez al ver que le sonrío.

—¡Vilma! —grita Berta la abuela de Armand a una de sus empleadas —tráele leche fresca a mis nietos —rápido miro hacia Armand y niego con la cabeza

—Él no está prohibido en esta casa —comenta su abuelo mirándome —quien se niega a algo que pidamos se larga con las manos vacías —él es claro con sus palabras, la empleada me extiende un vaso, el cual tomo, el olor de la leche me da asco, pero aguanto la arcada, mis ojos chocan con los de Armand, este solo suspira y comienza a beber, normal, cuando era pequeño visitaba la hacienda, para él es más fácil todo, yo miro la leche.




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