Azul Profundo

Capítulo 17. Coordenadas

Después de ducharse Leonardo se vistió con unos vaqueros de mezclilla y una camisa azul, luego anudó las cintas de sus zapatos negros. El sonido de su móvil lo alertó, era una llamada de Vanessa Martí. Se apuró a responder

—Hola —dijo Leonardo, del otro lado de la bocina escuchó una voz femenina que parecía triste y angustiada

—Hola, Leonardo, habla Vanessa.

—Vanessa, me alegra escucharte, ¿Cómo estás?

—La verdad muy mal —dijo la mujer. Leonardo esperó en silencio—. Por desgracia mi hermano Luciano acaba de fallecer.

—¡¿Qué dices?! —exclamó Leonardo consternado—. ¡No puede ser!, pero si hace unas semanas estuve con él, en Playa Firuze, estuve en su casa, ¡¿Cuándo ocurrió?!, ¡¿Cómo ocurrió?!

—Ha sido increíble, Leonardo, a todos nos pasa igual, no podemos creerlo. Mi hermano se veía tan fuerte y sano, murió anoche, mientras dormía. Aún están haciendo la autopsia, pero el doctor ha dicho que ha sido una muerte súbita, ¡Es que no entiendo nada! —exclamó Vanessa consternada—. Mi hermano está muerto y nada va a revivirlo, te llamó porque hace unos días Luciano me dijo que estabas en Pueblo del Norte.

—¿Él te dijo que yo estaba en Pueblo del Norte? —preguntó Leonardo incrédulo, jamás le dijo a Luciano que estaba en ese lugar

—Sí, por eso te llamo, la última voluntad de mi hermano fue ser incinerado y que sus cenizas fueran esparcidas en la colina de Chaise, así podría descansar al lado de Sol. No conozco ese lugar y quisiera que tú me acompañarás, ya que estás allá.

—Sí, lo haré, lamento mucho la muerte de Luciano, estoy sorprendido… —Leonardo quería decir que ayer soñó con él, pero se mantuvo en silencio, no quería causar algún temor en Vanessa—. Avísame cuando llegues a Pueblo del Norte.

—Seguro será entre mañana o pasado, aún revisaré los homenajes que harán en la capital. Hablamos después —Vanessa colgó la llamada

Leonardo se sintió tembloroso, iba más allá del tremendo frío que hacía, era producto del temor a lo desconocido, ayer había soñado a Luciano, ¿Antes de su muerte o después?, Leonardo se sentó al borde de la cama, respiró profundo, recordó a Luciano, llevaba diez años de conocerlo y aunque no habían sido grandes amigos, le tenía aprecio, era increíble saber que estaba muerto.

Entonces volvió a pensar en su sueño. Recordó las últimas palabras que Luciano dijo en su sueño.

Leonardo buscó la nota que la fallecida Sol Türelli había escrito para él antes de su muerte, comenzó a leerla, su rostro se turbaba entre la confusión y el estupor:

«Muero de ti, amor, tu mirada me hace perder la razón.

Búscame en tu corazón, seguramente ahí estoy yo.

Muero de ti, amor,

Sí, hay un lugar en el mundo donde solo somos tú y yo.

Muero de ti, amor, pierdo el aliento ante el deseo de saborear tus besos.»

Leonardo tuvo que releer varias veces, pero aquel texto no tenía sentido, al menos para él. Giró el papel y al hacerlo descubrió unos números escritos, los leyó en voz alta

—21.862292 —seguía sin entender de qué se trataba aquello y volvió a leer aquella lírica, tuvo la sensación de que ya lo había leído antes

«¿Dónde?, Se que lo he leído antes, pero ¿dónde?» pensaba intentando recordar sin éxito. Una idea alumbró su pensamiento, y recordó cuando leyó la carta de Alyssa, sí, aquel día en el banco del Villar. Tomó aquella carta y la releyó varias veces, después puso la carta de Sol y la carta de Alyssa, una a lado de la otra, y entonces volvió a leer, esta vez como si fueran una sola, ¡Aquello no tenía sentido!, pero tampoco eran disonantes, compartían una misma frase, pero eso no era prueba de nada

—Muero de ti, es la única semejanza —dijo Leonardo—. ¿Cuántas probabilidades hay de que hubiesen escrito eso para mí las dos?

Leonardo se sentó en la cama, le dolía la cabeza, no lograba hilar una sola idea coherente, se levantó y tomó la carta de Alyssa, al girarla miró los números que tenía escritos

—-99.628040, ¿Qué rayos significa esto? —agachó su cabeza con desesperación—. ¡Maldita sea, Alyssa!, ¿Qué es esto? —exclamó frustrado

—Buenos días —dijo Raúl abriendo la puerta. Leonardo se levantó y tomó las cartas para resguardarlas y las escondió en su bolsillo

—Buenos días.

—Me acabo de enterar qué murió Luciano Martí —dijo Raúl—. Ha salido en las noticias, le harán un homenaje en bellas artes.

—Sí, lo sé, me ha llamado su hermana para contármelo.

—El desayuno está listo y me ha llamado Amairany, viene en camino.

Leonardo asintió y caminó detrás de Raúl.

 

Se sentaron a la mesa, Raúl tenía mejor semblante que ayer, sirvió el desayuno; huevos revueltos con jamón, queso fresco y tortillas. Poco le importó si su invitado gustaba de la comida, Raúl se preocupó en degustar

—Lamento mucho lo de tu amigo —dijo Raúl para después beber su café

—Gracias—dijo Leonardo mientras comenzaba a comer—. ¿Entonces viene Amairany?




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