Azul Profundo

Capítulo 16. Amor de arena y mar

Leonardo estaba sentado sobre unas enormes rocas negras a la orilla del mar, cuando tuvo conciencia de donde estaba se sobresaltó, miró al alrededor, era playa Firuze en Pueblo del centro.

«No tiene sentido» pensó el hombre confundido, se levantó y observó los rayos del sol sobre el mar, pero no sintió calor, estaba descalzó. Notó a un hombre familiar que se dirigía a él

—Hola, Leonardo, te he estado buscando —dijo Luciano Martí para sentarse sobre las rocas, Leonardo se sentó al lado

—Hola —dijo secamente, mirando el oleaje—. Estoy un poco confundido, creo que he pasado mala noche.

—Seguro has dormido mal, no creo que el retiro espiritual sirva para todos, a mí me da paz, pero otros deben buscar su propia paz, lejos de aquí, ¿Quién sabe?, cada quien hace lo mejor que puede —dijo Luciano

Leonardo lo miró con fastidio, había recordado la forma grosera que le había tratado aquella noche, y su forma de hablar tan ambigua lo enloquecía, pero de pronto cayó en cuenta de que no entendía que hacía ahí, «Si yo me fui, ¿Por qué volví?» pensó, su rostro palideció, ya no sabía que era real, el pobre hombre tenía tal confusión mental que se preguntaba si algo era cierto.

—¿Y qué pasó?, ¿Encontraron a la chica? —preguntó Luciano con una voz tranquila

—¿Qué dices? —preguntó Leonardo con incertidumbre

—Me refiero a los jóvenes que vinieron, te preguntaron por el paradero de una chica, ¿Lo olvidaste, Leonardo? —preguntó Luciano arqueando las cejas—. ¿Cómo se llamaba la chica?

—Alyssa… —dijo Leonardo casi como un susurro

—Ah, sí, así es. ¿Ya la encontraron?

—No.

—¿Cómo qué no? —Luciano parecía extrañado—. ¿Cómo es posible que no la hallas encontrado aún, Leonardo?, para ti debería ser sencillo.

Leonardo le miró intrigado

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, ya sabes, te conté que Sol y yo teníamos sueños compartidos, dicen que solo las almas gemelas pueden tenerlos.

—¿Y eso que tiene que ver?

Luciano parecía hablarle de otra cosa, su mirada perdida y el gesto pacífico hizo que Leonardo sintiera temor, tenía la percepción de que a ese hombre se le había perdido un tornillo de la cabeza y que podría darle un buen susto.

—Sol solía decir que tú y yo nos parecíamos mucho —dijo Luciano con una sonrisa breve, pero pícara

—Ah, ¿sí? —preguntó Leonardo con intriga, aunque en el fondo su ego estaba siendo insultado, no creía tener nada en común con ese hombre

—Sí, al principio me pareció absurdo, ¿Qué tenemos en común tú y yo? —preguntó Luciano—. No es algo físico, aunque somos algo parecidos, pero como dijo Sol, nuestra similitud es profunda, radica en el alma. Y hasta ahora lo entendí, él Todo es uno y uno es el Todo —Luciano parecía estar fuera de la realidad

Leonardo quería escapar de ahí

—Ya debo irme, Luciano, tengo cosas que hacer.

—¡Buscar a Alyssa, por supuesto! —exclamó el hombre poniéndose de pie igual que Leonardo—. ¿Te dije que yo conocí a Alyssa Gante?

—¿Qué dices? —Leonardo exclamó sorprendido

—Sí, la conocí en la colina de Chaise, yo iba a buscar a Sol y se cruzó en mi camino, era una niña aún, ¿Sabes que me confundió contigo? —dijo Luciano para cambiar su tono de voz a uno más soñador—. ¡Ah, sí!, me dijo que te adoraba. Casi la atropelló con un auto, le advertí que debía tener cuidado, aunque me temo que en otra realidad no tuvo tanta suerte.

—¿En otra realidad?

—Así es, hay muchas realidades, Leonardo, una encima de otra, como un engrane, solo se unen en algún punto, pero eso debes averiguarlo tú mismo.

—¿Por qué me dices todo esto a mí?

—Aún no lo entiendes, ¿Verdad?, tú eres el elegido, no me preguntes por qué, no lo sé, pero debes encontrar a Alyssa, tienen que hacer lo necesario, únicamente así todo habrá terminado, al final seremos felices —dijo Luciano poniendo una mano sobre el hombro de Leonardo, quien le miraba con duda

—Debo irme.

—¡Leonardo! —exclamó Luciano, haciendo que el hombre se girará—. ¿Ya leíste la nota que te di?

—No.

—Qué bueno, creo que ha llegado el momento de que lo hagas —dijo Luciano guiñándole el ojo derecho y sonriéndole, después dio la vuelta y se marchó, Leonardo se quedó pasmado, con una sensación de irrealidad que crecía conforme se alejaba.

Caminó por un rato hasta que se encontró con las rocas del mar y acantilados. Se quedó pensativo, aquel lugar le recordaba a su juventud, cuando estudió la preparatoria en las tierras altas de Islas del Sur, en aquel tiempo vivía junto a su padre, fue solo un semestre, recordó su primera ilusión y su primera decepción amorosa, aquella chica fue inalcanzable, la recordaba bien, alta, delgada y con el cabello muy oscuro, ojos grandes y azulados, todo el mundo la llamaba “cabra loca”, aquel mote se lo ganaba a pulso, siempre estaba en su propio mundo, buscando un amor perfecto, pero tampoco recordaba el nombre de ella. Por más que intentaba hacer memoria no podía




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