Asistente de un dios

14.- Un hogar, un infierno

Ema

 

Me subió a su auto, y sin decir palabras condujo en silencio, con expresión seria y molesta. Quisiera preguntarle a donde me lleva, pero luego de toda la adrenalina por la pelea y la situación de riesgo en que me encontraba mi cuerpo ha comenzado a resentir las heridas.

 

Me duele más de lo que hubiera esperado, y con esfuerzo me mantengo sentada, con los ojos entrecerrados, luchando con un fuerte sueño que me atormenta, no quiero perder la conciencia porque debo estar preparada porque no imagino a que lugar vamos.

 

—Aguanta —exclamó sin mirarse colocando su mano sobre mi hombro y solo muevo la cabeza notando por un segundo la expresión preocupada de su rostro.

 

¿Está preocupado por mí? Bueno, después de verlo enfrentarse a ese tipo no debería dudar de eso, pero no olvido que llegué a esta situación porque también él no quiso anular el pacto que nos ata. Toso fuerte sin evitarlo y al poner mi mano en mi boca veo que aún sigo escupiendo sangre. Cierro los ojos un segundo, con el sueño cada vez más fuerte, solo necesito descansar y...

 

—Ema, Ema, ¡Ema! —y despierto de golpe con él mirándome con seriedad y fijeza.

 

Intenté ponerme de pie confundida pero no pude al sentirme tan mareada. Me incliné con ganas de vomitar y ahí me di cuenta de que ya no estamos en su auto sino en la sala de algún hospital por el tono blanco, la camilla, y las maquinas, pero luce tan grande y con lujos que no puedo evitar sentirme sobre cogida. Esto no es un hospital humano.

 

—¿Por qué me trajo aquí? —le pregunté al presidente, asustada, al nivel de agarrarme, sin pensarlo, de la manga de su brazo apretando los dientes pensando en el castigo que nos darán a ambos.

 

—Estamos con un médico Akuni, pero también trata a humanos. Claro siempre y cuando se pueda pagar el tratamiento —me habló con seriedad entrecerrando los ojos.

 

—Yo no tengo como pagar esto y…

 

—Yo pagaré —dijo sin mirarme—. Perdiste la conciencia mientras te llevaba en el auto, estabas muy mal herida y anémica. No tuve otra opción que traerte acá, no hubiéramos alcanzado a llegar al sector de los de tu especie.

 

En eso apareció un tipo con una bata blanca, con cabellos blancos y largos, que ata en una cola a su espalda y con actitud soberbia, típica de los Akuni, que sin miramiento hacía mí, se dirigió hacía el presidente.

 

—Dos costillas rotas, mucha pérdida de sangre y una lesión craneal debido a un fuerte golpe recibido, pero va a mejorar, solo debe tener los cuidados adecuados—habló con sequedad revisando la carpeta que lleva en sus manos.

 

Al escucharlo, entrecierro los ojos y agarro con fuerzas la sábana que tengo encima, no son lesiones leves y eso complica mi situación, despedida, sin trabajo y con un padre enfermo, no puedo quedarme a reposar cuando debo ya buscar un nuevo trabajo y salir de esta ciudad antes de volver a ser secuestrada y atacada de esta forma.

 

—Debe quedarse en observación —le dijo arrugando el ceño.

 

—Imposible, me la llevaré hoy mismo —respondió de inmediato.

 

—Pero, Vikar, las lesiones son graves para un humano, a diferencia de nosotros son criaturas más débiles no le sobre exijas como si fuera un Akuni—le replicó el médico arrugando el ceño.

 

—Lo sé, Esteban —le respondió endureciendo la mirada—, pero conocemos a Aaron, ese tipo no se va a rendirse, es más peligroso que la deje aquí sola, así que dame los medicamentos y las indicaciones.

 

El médico no pareció muy conforme, pero de todas maneras tampoco puso mayor resistencia ante la impertinencia del presidente. Pero tiene razón al preocuparse de ese tal Aaron Makris, a mí también me inquieta volver a verlo, y estoy de acuerdo en no quedarme en este lugar, ni en ningún otro que sea en la ciudad de los Akuni.

 

—Puedo pedir un taxi para que me lleve a casa —señalé y sin responderme me alzó en sus brazos sorprendiéndome por esta nueva costumbre que ha tomado de llevarme de esta forma sin siquiera pensar que su cercanía, sentir su tibio pecho y su corazón latiendo, y su perfume, me hace sentir muy nerviosa e inquieta.

 

—No seas tonta —indicó cuando ya estábamos a solas en el pasillo sin que detuviera sus pasos.

 

Arrugué el ceño por sus palabras.

 

—En el momento que te subas al taxi y te alejes de mí van a atacarte ¿O no crees que Aaron ya hizo correr la voz de que hay una humana que le pertenece a un hijo de Hades? Que no hay un contrato que impida a otros tomarla para ellos, incluso si piensas que en tu ciudad vas a estar protegidas, estas equivocada, por dinero los otros humanos serían capaces de darte caza —me subió al asiento de copiloto de su auto—. Es por la misma razón que no puedo dejarte ir.

 

Se acercó abrochando el cinturón de seguridad.

 

—La única forma que tengo para protegerte es que no te despegues de mi lado —y dicho esto sus ojos se quedaron detenidos en los míos, sentí que el calor se subía a mi cabeza por su cercanía y desvié la mirada antes de no mantenerme en mi lugar y dudar que firmar un contrato como ese para poder tocar a un hombre como él puede que no sea tan malo como quiero pensarlo.

 

—Entonces ¿A dónde vamos? —le pregunté preocupada.

 

—A mi casa, pasarás la noche conmigo.

 

Al escucharlo decir eso alcé mi mirada exaltada, pero fingió ignorarlo y cerró la puerta para luego subirse en el asiento del conductor y echar a andar el auto.

 

—Mi padre va a preocuparse sino llegó a casa —repliqué esperando que reconsiderara su idea, no quiero pensar que su salud se empeore pensando que algo malo me ha pasado.

 

—Ya mandé a avisar que no llegarás a dormir —respondió arrugando el ceño.



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En el texto hay: distopia, dioses, embarazo

Editado: 05.03.2022

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