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CAPÍTULO 43 | Ciudad de luces

HEATHER

Con el paso del indefinido tiempo había entendido que estaba en una pesadilla constante de la que no tenía idea de cómo salir. Me encontraba siempre sentada en alguna parte viendo el cadáver de mi hermana colgando de ese árbol, cómo las personas iban y venían y el día avanzaba para ellos pero no para mí. La sensación que tenía al estar ahí, al principio, se limitaba sólo a estar cargada de tristeza. Ver a un cadáver no generaba nada más allá de eso, mucho menos si se trataba del de mi hermana, pero estaba mejor allí que en cualquier otro lugar, no me sentía mal por mí sino por ella, la culpa me hería pero no porque yo la estuviese presenciando sin hacer nada, sino porque la había olvidado. Luego... estar todo el tiempo sentada se volvió frustrante. Veía a un hombre vestido de azul oscuro caminando de un lugar a otro, pasando justo a mi lado sin reparar en mí, y a mi madre hablando para no llorar.

¿Iba a despertar otra vez? ¿Quería hacerlo?

En algún momento me incorporé, ya era de noche y la policía se había llevado el cuerpo. No había nadie en casa, mamá había salido con papá para llevarse a la pequeña Heather a la casa de su mejor amiga, Maia, para no tener que llevarme al funeral. Una pequeña parte de mí ansiaba irse con ellos y asistir sin hacerlo de verdad, pero la otra, la que tenía un poco de razón, insistía en no hacerlo. Iba a ser deprimente, y lo último que quería era echarme a llorar ahí, sola, sin poder escapar del dolor.

Toda la casa estaba a oscuras. No la recordaba bien porque nos habíamos mudado unos pocos meses después del suceso pero, aun así, sabía cómo llegar a mi habitación. No había escalera, se llegaba a través de un simple pasillo con una única puerta al final. Alcé la mirada y vi la foto que mi madre había pegado conmigo hacía tan solo unos días. Era yo, de bebé, y mi hermana estaba cargándome en sus brazos aunque sólo tenía unos pocos años más que yo y era evidente que le costaba hacerlo. No pude evitar sonreír con melancolía al vernos, ambas éramos tan pequeñas y llevábamos unas sonrisas tan inocentes... ¿quién iba a imaginarse que las cosas iban a tener un final? ¿Qué ella años después iba a terminar suicidándose? ¿Qué yo iba a terminar en un concurso de mala leche queriendo hacer lo mismo?

Me habría quedado años viendo esa imagen, la casa de fondo que tanto extrañaba, si la puerta no se hubiese abierto en ese exacto momento sin que yo intentase empujarla o algo parecido. Produjo un extraño chirrido, agudo y molesto, y dejó ver a oscuras la habitación de color rosa pálido que compartía con mi hermana. Entré sin tener miedo, aunque sabía que estaba entrando a una parte que mi mente ya había olvidado, era una zona desconocida para mí que se ocultaba en alguna parte gracias a años y años de intentar olvidarlo.

Sin embargo, a diferencia de lo que me esperaba, vi lo que me rodeaba con total claridad.

Era grande y había muchos juguetes esparcidos en el suelo, la mayoría de ellos eran muñecas aunque también se encontraban por allí algunos peluches de monstruo con los que mi hermana y yo adorábamos pelear, la mayoría de las veces ellos luchaban entre sí para ganarse a la princesa aunque también tenían sus encuentros para devorarla primero. Me dejé caer en una de las camas, ambas tenían el mismo estampado verde con flores pero una estaba desarreglada y la otra no. Supe cuál era la mía y cuál era la de Caitlin, así que pude sentarme en una de ellas con tranquilidad, y dejé que mi espalda cayera. No quería llorar, mierda, pero tenía tantas ganas de hacerlo, como si las lágrimas estuviesen amenazando por caer, como si los sentimientos estuviesen luchando contra mí para dominarme.

Mierda, me sentía tan mal...

Estaba girando dentro del mismo círculo, estaba cansada y harta de pelear. Había llegado al límite, a esa parte en la que sabes que ya no puedes más sin importar qué razones haya detrás de todo lo que te sucede. Quería que todo eso se acabe, que mi mente deje de avanzar o de intentarlo al menos, sólo quería detenerme.

—¿Por qué lo hiciste?—grité, dejando mi cabeza caer. La cama de mi hermana estaba a mi lado, no me sorprendí al verla ahí, tumbada como yo—. ¿Por qué quieres que lo haga?

Su cabello era largo, como el mío, y cuando se giró para verme noté que su cuello estaba marcado por la soga, era... desastroso. Verla era como ver el cadáver.

—Algunas veces la muerte parece la mejor opción, ¿no lo crees, Heather?

Iba a negarme pero no pude hacerlo.

Su mirada se volvió sombría al notarlo, y de repente me vi reflejada en sus ojos oscuros como los míos. Caitlin no era así, si bien ella se había matado nunca había insistido conmigo para hablar sobre eso antes de que ella lo hiciera. Era... diferente. A pesar de la diferencia de edad nos llevábamos genial y ella siempre contaba conmigo para todo, aunque, a decir verdad, no había intentado contarme nunca sus problemas. Quizás porque yo no era capaz de entenderlos, o quizás porque no tenía que decírmelos, sólo... hablaba conmigo de cosas buenas, de mis amistades, de las cosas que me gustaban hacer. Mirábamos películas juntas cada sábado que ella estaba en casa, si no salía con sus amigos, y varias veces robábamos el helado de chocolate de la heladería de papá para comerlo a escondidas. Éramos unidas, sí, y su muerte me hirió tanto que me esforcé por pasarla a un grado menor y olvidarme de ella.



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En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

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