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CAPÍTULO 04 | Valientes

DANIEL

Zayn estaba acomodando mi cabello sin saber cómo hacerlo, pero era un intento e intentaba valorar eso. Iba a llevarme a una maldita fiesta a la que no quería ir, a la que iba a terminar por odiar y de la que mi plan era escapar cuanto antes, como sea que fuera posible.

No podía dejar de torturarme mentalmente por haber permitido que Zayn me tomara y guardara fotos mías en bikini. Ni siquiera llegaba a agradarme la idea de que mi mejor amigo guardara en su móvil ese tipo de fotos.

Sabía que mi actitud le preocupaba. En aquellos días él me notaba muy decaído. El problema era que mi tía, la mujer que había criado cuando mis padres no pudieron hacerlo, había sufrido un accidente en el cual terminó sufriendo golpes bastantes fuertes en diferentes zonas del cráneo. Era consciente de que estaba bien, pero tenía miedo, me aterraba la idea de solo pensar que en cualquier momento eso podía cambiar y ella podía irse. Desde que mis padres murieron, la única familia que tenía era ella, y no podía evitar sentir algo extraño en mi pecho, como un vacío inexplicable, en todo momento. Era como cuando te haces daño. Intentas no prestarle atención porque quieres creer que todo estará bien, pero a veces el dolor llega a ser tan intenso que se te hace imposible olvidarlo. Sólo está ahí, y tú lo sabes bien.

Zayn peinaba mi cabello hacia arriba mientras yo ladeaba la cabeza para despeinarlo, inconforme y, en parte, para hacerlo enfadar. Finalmente se rindió poniendo los ojos en blanco y cubriendo mi cabeza con sus manos, impidiendo de esa forma que siga moviéndola.

—¡Quédate quieto, joder!—exclamó.

Súbitamente me incorporé y lo miré a los ojos. Ambos llevábamos jeans y sudaderas, aunque no teníamos idea de cómo debíamos ir a la fiesta. Lo miré con neutralidad, y él sólo aguardó de esa forma, hasta que no pudo resistir y me dedicó una de sus típicas medias sonrisas. El maldito cabrón se estuvo encargando de hacerme la vida más imposible sin saberlo. Aquella noche quería que vaya a una fiesta. De verdad pensé por segunda vez, en ese momento, si dejar que publicara esa foto era tan mala idea como me parecía.

Lo ignoré y caminé hacia la salida de su casa. Él me siguió al instante y juntos subimos al coche azul que iba a terminar llevándome a aquella estúpida fiesta. Por suerte, además de molestar, Zayn sabía conducir. No me habló en todo el camino y, de hecho, en el fondo tuve que agradecer por su pequeña consideración.

Cruzamos por una calle que no reconocí en aquel momento y vimos un par de chicas saliendo de una casa. Una de ellas era rubia y la otra pelirroja. Zayn sacó una de sus manos cuando se giraron hacia nosotros y la agitó a modo de saludo. Cuando las dejamos atrás, se giró hacia mí con una sonrisa. Casi siempre hacíamos ese tipo de cosas, saludar a quien sea que encontramos en medio de la calle y luego reírnos por las reacciones de todas esas personas. Esbocé una pequeña sonrisa, sin poder explicarlo.

Llegamos a la calle de la fiesta e incluso antes de que el coche se acercara al bordillo fui capaz de escuchar la estridente música proveniente del lugar. Zayn y yo nos apresuramos a dirigirnos hacia donde se suponía que debería estar el alboroto, pero al llegar a una de las entradas un par guardias gigantes y musculosos nos pidieron nuestras entradas.

Zayn se rascó la nuca, casi con resentimiento. Me habría encantado soltar algo como, ya sabes, «uy, qué pena, no podemos entrar» para después darme la vuelta, pero al ver la expresión de Zayn tuve que detenerme.

—¿Hay alguna otra manera de que podamos hacernos un lugar?—pregunté, al ver que mi amigo se había quedado mudo con la mirada puesta en las luces de colores que podíamos ver en las espaldas de ambos hombres.

Uno de los guardias, de cabello violeta, nos dedicó una falsa y cruel sonrisa.

—Con suerte allí conseguirán entradas—nos indicó, señalando una cabina a nuestra izquierda.

Noté cierta ironía en sus palabras que se confirmaron en cuanto vi que la fila de la cabina era eterna. Tenía claro que mucha gente vendría a la fiesta, pero no sabía que sería tanta, mucho menos que había que pagar una entrada. Y, de nuevo, consideré la posibilidad de irme a la mierda en ese exacto instante, pero también recordé qué hacía ahí y supe que no podía estar pensando en ese tipo de cosas si yo mismo, de alguna extraña forma, me lo había buscado.

—Oye—reaccionó por fin Zayn, negando con incredulidad e intentando ponerse a la altura del guardia de cabello violeta—, estás bromeando, ¿no es así?

El hombre nos miró de reojo a ambos antes de intercambiar con su compañero una mirada poco convincente. Al final, ambos asintieron.

—Parecen valientes—murmuró el otro, quien era más alto y daba un poco más de miedo que el primero. Me contuve de decirle que se equivocaba. Lentamente se hizo a un lado, dejándonos el paso libre. Era un hueco pequeño, pero, más allá, casi podía olerse el alboroto— Si a medianoche aceptan lo que se ofrecerá, son libres de pasar.



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En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

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